Hace días que he estado reflexionando acerca de como asegurarnos de recibir bendición en nuestras vidas, de como romper con los mitos cotidianos y contemporáneos que existen alrededor de Dios y de como hace Él las cosas y de como dejar de sentirnos ajenos a Él y poder entrar verdaderamente ante su presencia.

Existe una falsa creencia de que para poder entrar adecuadamente delante de la presencia de Dios, tenemos que ser “mejores personas” y que para que esto se de, tenemos que llenar muchos requisitos y que por ende esto es muy difícil, y cuando menos lo pensamos, ya nos descartamos a nosotros mismos de la posibilidad de ser mejores, de ser dignos de entrar delante de la presencia de Dios y de recibir aquello que esperamos o a lo que íbamos delante de Dios.

Es precisamente por ese mal entendimiento, que las personas terminan recurriendo a terceros, a intermediarios, a acciones y sacrificios que alguien les dijo que les ayudaría a obtener lo que esperan o simplemente a agradar a Dios, cuando en realidad logran todo lo contrario.

En la mayoría de los casos, las personas solo tienen que recordar de donde vienen y regresar al estado original en el cual fueron creados para poder entrar a la presencia de Dios y poder hablar con Él, contrario a lo que muchos piensan y creen que tienen que llenar una serie de requisitos para que esto suceda, y ayer lo reflexioné de esta manera.

Recuerda usted la historia de la Cenicienta?, la Cenicienta era una chica que nació como Princesa, solo que su Madre murió y con el tiempo su Padre tomó a otra mujer por esposa, esta mujer tenía otras dos hijas a las cuales trajo a vivir consigo, con el tiempo el Padre de la Princesa murió, quedando esta a merced de la mujer de su Padre y sus hijas.

Lo siguiente que pasó tes conocido por todos, la chica fue hecha menos por su madrastra y sus hermanastras y terminó siendo la criada de la casa y como pasaba mucho tiempo limpiando las chimeneas de la casa, estaba todo el tiempo cubierta de cenizas, lo cual se propició el apodo de “Cenicienta”.

A pesar de ser solo un cuento, y si lo pensamos detenidamente, estoy seguro de que la mente y el corazón de Cenicienta estaban igual de llenos de sueños y anhelos que los de cualquier persona y cualquier chica de su edad, los cuales se veían menguados por su condición, esto quiere decir que cada vez que se veía en el espejo, solo veía a la chica harapienta y cubierta de cenizas y no a la Princesa que alguna vez fue, y por mas que lo pensaba, no veía como salir de esa condición.

Cuando llega la noticia a la casa de Cenicienta de que el Príncipe escogería esposa en el Baile que estaba organizando, obviamente hay gran alboroto y tanto las hermanastras de Cenicienta como ella misma llenaron sus corazones de ilusión ante la posibilidad de ser la esposa del Príncipe, pero note esto, de las 3 la única que tiene una noción de lo que es ser una Princesa, era Cenicienta, sus hermanastras no, porque aun a pesar de estar cubierta de cenizas, en el fondo su naturaleza era noble y refinada, su naturaleza era la de una Princesa.

Obviamente y por mucha Princesa que fuera en el fondo, nunca tendría una oportunidad de ir delante del Príncipe y de conquistar su corazón si su exterior no era cambiado y adecuado a lo que había dentro de ella, es decir, si no era una princesa por dentro y por fuera, sus posibilidades de siquiera acercarse al Príncipe eran nulas.

El resto de la historia todos lo conocemos, Cenicienta consigue regresar a su estado original de Princesa y conquistar al Príncipe para luego ser buscada por el, casarse y ser felices por siempre (así dice el final del cuento).

Aunque es un cuento, no crea que está del todo equivocado, obviamente no existe tal cosa como las hadas madrinas y no nos sucederá por milagro que de la noche a la mañana nuestro exterior cambie y que conquistemos a alguien para que ese alguien cambie nuestras vidas, pero piense en esto.

Al igual que la Cenicienta, dentro de nosotros hay un original mejor que lo que somos y tenemos ahora mismo, es decir, Dios nos creó perfectos y no es que tengamos que cambiar, aprende y agregar muchas cosas a nuestra vida cotidiana o a nuestra manera de vivir, la mayoría de las veces solo tenemos que aprender a sacudirnos las cenizas con las que nos hemos cubierto, y estas pueden ser afanes, hábitos, actitudes que hemos adoptado para complacer a los demás y cosas que lejos de ayudarnos, nos estorban para que podamos ver en el espejo al Príncipe o a la Princesa que Dios creó y sabe por que esto es importante?, sencillo, porque habrá un día donde nos presentaremos no ante un Príncipe, sino ante un Rey, que es nuestro Padre y el cual nos entregará aquello que nos corresponde por el mero hecho de ser sus hijos, pero no lo hará si vamos delante de Él vestidos de harapos y cubiertos de cenizas, Él nos reclamará el original al cual envió a la tierra, al perfecto y al que tiene las capacidades necesarias para gobernar y ser un representante del Reino de los Cielos en la tierra.

El sacar el Príncipe o la Princesa que hay dentro de nosotros es mas sencillo de lo que imagina, y el como hacerlo está escrito en la Biblia, y comienza por el hecho de que aprendamos a ser humildes y con esto en lo absoluto me refiero a lo que las personas entienden por humilde, no tiene nada que ver con el hecho de poner cara de sufrimiento y abstenernos de lo que algunos consideran lujoso u ostentoso, sino que seamos humildes reconociendo que sin el Padre que es Rey, no habrá jamás nadie quien nos reconozca como herederos y que lejos de llenar requisitos para llegar a serlo, lo único que tenemos que hacer es despojarnos de los afanes y los yugos de los hombres para que nuestras vestiduras reales salgan a relucir, y que vivamos una vida en santidad, es decir una vida apartada para aquel que es nuestro Padre y ocupa nuestro corazón, en otras palabras, no es sino hasta que nuestro exterior refleje lo que originalmente había en nuestro interior, no podremos presentarnos dignamente delante del Rey.

Fue precisamente por eso que Jesús vino a la tierra, Jesús con su sangre vino y pagó por nuestras culpas y nuestro pecado, gracias a Él no tenemos que vestir harapos ni estar cubiertos de cenizas, a menos que nosotros lo decidamos de esa manera y querramos perdernos el hecho de vivir como Príncipes y Princesas.

En resumen, tenemos dos opciones en nuestra vida, la primera es seguir viviendo como lo hacemos, cubiertos de cenizas y llenos de sueños que nunca se cumplirán, la segunda, regresar a nuestro estado original, el cual nos renueva y tiene una naturaleza celestial, tal como la casa y el lugar del cual venimos, la cual esta llena de privilegios y beneficios y nos pone por encima de las cosas naturales, por tanto es su decisión si quiere vivir de acuerdo a su identidad real, o pasar el resto de su vida bajo la influencia de su Síndrome de Cenicienta.

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3 Comentarios

  1. Alma Ponce

    Cada vez que voy a leer uno de sus artículos Hno. René, me siento cómodamente, dejo todo lo que tengo que hacer y me preparo a conciencia, porque se que siempre Dios tiene algo que decirme a través de sus reflexiones. Hoy recibí una enseñanza tremenda, pues había escuchado muchas veces esto de «vestíos del nuevo hombre…» pero jamás lo comprendí tan claramente como hoy… Gracias Hno. René!!!

  2. ORLEANS

    HERMANO DIOS LE SIGA LLENANDO DE SABIDURIA, ME ALIMENTAN MUCHO SUS REFLEXIONES. YA ES HORA DE SACAR A RELUCIR LA PRINCESA , HIJA DEL GRAN REY DE REYES QUE HAY EN MI.