Hace un tiempo una persona se acercó conmigo y me pidió ser mi amigo, la verdad le soy honesto, no estoy acostumbrado a esto, normalmente he sido de la idea de que las amistades son algo que se va dando, pero al ver a esta persona, me percaté que había muchas de las cosas que busco en un amigo y decidí comprometerme con el en ser amigos.

En lo personal fue un gran reto, ya que no era como en otras ocasiones, algo de lo cual tuviera pocas expectativas, por el contrario, me sentía muy comprometido a honrar mi pacto y mi nuevo compromiso, por lo cual hice todo lo que estaba de mi parte para ser un gran amigo, obvio visto desde mi perspectiva, pero esperando ampliarla desde la perspectiva de este amigo mío.

Con el tiempo me fui dando cuenta que sus palabras parecían no ser tan honestas como las expresó y llegamos a un punto en el que solo yo le buscaba y todo lo que hablábamos era acerca de las cosas que quiere hacer y de como yo le puedo ayudar en ello.

Luego de darme cuenta de lo que sucedía, poco a poco me fui saliendo de sus proyectos, ya que a veces parecían mas míos que suyos y esto llevó a que perdiéramos contacto y no le se decir si fue su sensación de enojo o simplemente de saber que no era equitativa nuestra amistad le llevó a esquivar el contacto conmigo.

Lo que normalmente sucedería, es que pensaría que “el se lo pierde y yo me lo ahorro”, pero yo había hecho un pacto con el, de manera le envié un correo explicándole mi molestia y recordándole aquello que habíamos acordado, que no podríamos simplemente dejar que las cosas se dieran y ya.

Cuando pienso en nuestra relación con Dios, esto no es muy diferente de lo que me sucedió con mi amigo y por favor no me mal entienda, no estoy tratando de ponerme como la víctima y a el como el malo, por el contrario, tengo libertad de escribir estas líneas, porque primeramente le sigo amando como amigo, segundo nuestra amistad no se ha perdido y es un ejemplo perfecto para lo que le voy a explicar.

Le decía, muchas veces solemos hacer como mi amigo, vamos delante de Dios y le prometemos ser sus amigos, en nuestros momentos de emoción incluso solemos prometer cosas que nunca haremos (lo peor es que sabemos que no las haremos desde el momento que las prometemos) y empezamos a involucrar a nuestro amigo en todos nuestros proyectos, al grado que parecieran mas sus proyectos que los nuestros, y luego empezamos a perder contacto con nuestro famoso amigo, para solo llamarle cuando necesitamos algo o queremos que algo salga bien y sabemos que no será así si lo hacemos solos, o peor aún, pedimos algo que de entrada sabemos que no sucederá y lo involucramos para luego hacerle responsable de ello con un “Dios por algo hace las cosas”, le suena familiar?

La verdad me emociona entender que es lo que Dios espera de nosotros, Él quiere que empecemos por ser sus ovejas, es decir, que empecemos por escuchar su voz y le sigamos a todo lugar a donde vayamos, segundo, Él espera que después de un tiempo tomemos todo aquello que escuchamos y que nos hizo seguirle y lo pongamos en práctica y le sirvamos, no solo a Él, sino a nuestros semejantes, para por último, cuando hayamos terminado nuestras labores como siervos suyos, podamos sentarnos a conversar con Él y escuchar de su propia boca los secretos de la vida, del universo y de todo lo que hay ahí donde Él habita, y que lo podamos traer a esta vida, a esta tierra en calidad de sus amigos.

El detalle, es que no nos interesan las cosas al modo de Dios, la verdad queremos entrar por la puerta VIP y llegar directamente a ser amigos, siendo que nunca hemos escuchado su voz y menos la hemos puesto en práctica y luego andamos llorando por las esquinas porque no entendemos las cosas que nos suceden.

Juntamente con esto he escuchado miles de definiciones hipócritas y mediocres (con el respeto que se merece quien opine así) de lo que es humildad, y creen que humildad tiene con poner cara de aflicción y ser moderado en sus costumbres y sacrificar cosas e incluso su economía, siendo que lo primero que tenemos que entender es que el humillarnos empieza por entender el proceso de Jesús, es decir, primero no hacer nada mas que escuchar hasta asegurarnos de que es su voz y luego en contra de toda nuestra naturaleza que nos dice que tenemos que ser líderes, triunfadores y que se yo, le sigamos sin titubear, hasta que sepamos lo suficiente como para ponerlo en práctica y así sucesivamente.

El problema es que como hacemos las cosas a nuestra manera y no a la de Dios, luego andamos como se dice en México “con la cola entre las patas” ya que sabemos lo que esta mal en nuestras vidas y lo que no hemos hecho y nos llenamos de culpa, que no nos permite acercarnos adecuadamente y nunca hacer la palabra de Dios verdadera en nosotros.

La cita de hoy me fascina, imagine en su mente la emoción que tenía Jesús al pensar en sus amigos como para dar su vida por aquellos que decidieran serlo, y a su vez la tristeza de aquellos que nunca han recibido el verdadero beneficio de la cruz ya que la culpa ante el compromiso adquirido no se los permite.

Si usted nunca ha pasado por el proceso de Dios, creo que es el mejor momento para hacerlo, el paso número uno es nacer de nuevo, para que le sea dado un espíritu que le permita escuchar la voz de Dios; Si usted ya nació de nuevo y no está seguro de haber pasado por el proceso, no pasa nada, simplemente planee su tiempo de intimidad con Él, pase tiempos en silencio, donde no piense nada, donde sus sentidos estén enfocados en ese Dios que está en todos lados y que se hace tangible cuando toda su atención es para Él y éste lo comenzará a hablar de ahí es su decisión si quiere seguirlo o seguir haciendo las cosas a su manera.

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Un comentario

  1. Fernando Alfonso de Anda Chavez

    Como siempre excelente devocional «bendiciones «»»