Una de las cosas mas comunes que me toca escuchar es el hecho de que las personas se desesperan porque la bendición no termina de llegar a sus vidas, oran, se esfuerzan y hacen todo lo posible, pero siempre hay algo que se queda atorado y que simplemente no termina de llegar, y cuando no llega, se consuelan con un “Dios por algo hace lasa cosas”.

Cuando comencé mi caminar en Cristo hace algunos años ya, alguien me dijo “te voy a obsequiar esta palabra, será la primera de muchas, pero guardarla, repítela, hazla tuya, hasta que Dios te de otra”, le voy a ser muy honesto, no lo entendí, pero lo acepté. en su momento solo sabía que esta cita era mía y de alguna manera entendía que venía de parte de Dios, esta cita es el Salmo 37:4-5 que reza: “Deléitate así mismo en el Señor y Él te concederá las peticiones de tu corazón, encomienda al Señor tu camino y confía en Él, y Él hará.

Esta cita me acompañó muchos años, ya que al principio no le presté atención, luego cuando lo hice, no la entendía y al final me terminaba consolando siempre con un “Dios por algo hace las cosas”, hasta que un día leí la cita con detenimiento, y me di cuenta que mis pensamientos y la cita eran totalmente contrarios, significaban cosas completamente distintas, eran opuestas el uno al otro y en resumidas cuentas Dios anhelaba darme todo aquello que pusiera en mi corazón, y el día que me quedó claro todo mi mundo cambió, poco a poco comencé a darme cuenta que Dios era muy distinto a quien yo pensaba que era y que tenía mucho para mi, y que por alguna razón jamás lo había recibido y más difícil aún, no sabía como comenzar a creerlo, ni como empezar a recibirlo.

Así que me di a la tarea de no descansar hasta no entender la cita al 100% y hasta no verla 100% cumplida en mi vida tal como dice en ella.

Lo primero que aprendí  fue aquello de poner cosas en mi corazón, es decir, hay cosas que quiero, hay cosas que sería bueno tener, hay cosas que me gustaría tener, pero que no sufro si nunca llegan, pero hay cosas sin las cuales no podría seguir adelante, de manera que cuando categoricé las cosas en mi corazón, me di cuenta que en el había de todo, ya que como no creía que Dios fuera a cumplir la mayoría de ellas, tenía muchas a la mano, por si hubiera algo que Él “quisiera” concederme.

En pocas palabras, decidí que era lo que iba a dejar en mi corazón deseché todo aquello que no servía y que de alguna manera estorbaba en mi relación con Dios, en pocos minutos mi mundo cambió, me sentí ligero y hasta orar se tornó en algo mucho mas sencillo, ya que no estaba lleno de cosas que hasta mi consciencia cuestionaba si valían la pena como para estar en mi oración.

Obviamente no sucedió que de inmediato empecé a recibir lo que había en mi corazón, esa es solo una parte de la cita que me habían regalado, todo fluía adecuadamente, pero algo faltaba y ese algo era un detonador para que lo demás simplemente funcionara.

Cuando tomé un tiempo y oré, me di cuenta que mi corazón aunque tenía claro lo que esperaba recibir, no tenía claro del todo quien habría de habitar en el, había de todo tipo de cosas en el, por tanto tuve que hacer una segunda limpia, y depurar todo aquello que no tuviera un porqué de habitar permanentemente en el.

En otras palabras y para no hacerlo muy complicado, lo primero que tuve que hacer fue tomar una decisión acerca de que es lo que realmente quería y lo que realmente anhelaba y segundo tuve que propiciar un ambiente para que sucediera, es decir, Dios no va a habitar en medio de otros dioses, en medio de otros salvadores, Dios necesita ser el primero y el único, de eso se trata el “deleitarse” en la cita que me habían regalado, cuando entendí y llevé a la práctica eso, mi oración cambió y junto con ella su efecto, de una manera nueva y asombrosa, Dios y yo empezamos a estar en el mismo canal y su favor comenzó a fluir de manera sin igual.

La cita de hoy se ubica en el tiempo que el pueblo dejó de vagar por el desierto, 40 años habían pasado y el pueblo había sido transformado en su entendimiento, ya no pensaba como esclavo, sino pensaba como conquistador, solo le faltaba el último paso para poder conquistar la tierra prometida y asegurar el sacar a quienes vivían ahí y asegurar que no regresaran y eso se trataba de una sola y sencilla decisión, el quien iba a habitar en su corazón y cuando decidieron a favor de Dios, comenzaron a conquistar verdaderamente y se dieron cuenta que no solo su entendimiento había sido transformado, sino que además  el favor de Dios habitaba entre ellos.

Todo esto se lo digo, porque todas esas personas que están aún esperando que la bendición de Dios termine de llegar y se haga manifiesta, no han decidido aun quien será el único habitante en su corazón, aún no definen a quien servirán, aun no se “deleitan” en el Señor, para que las peticiones de su corazón sean respondidas.

Muchas personas en un arranque de necesidad o en uno de emoción dicen y prometen a Dios el amarlo, pero luego lo olvidan, y así de efímera como es su decisión, así lo es la bendición en su vida, por ello es importante el tomar una decisión racional y detenida, pensada y contemplando todas sus implicaciones, para que nada nos mueva de ella y su efecto sea tan duradero como la decisión misma y mas aun.

En esta mañana le quiero invitar a que evalúe quien es que habita en su corazón, a veces los afanes y las preocupaciones, los miedos y los rencores y que sé yo cuantas cosas comparten el corazón que Dios pretende habitar y por ello no recibimos aquello que esperamos, tome un tiempo, infórmese en su Biblia quien es Dios, déle ese lugar especial y dése cuenta que no solo el Salmo 37:4-5 es verdadero, sino toda la Biblia, de manera que si algo no ha recibido, probablemente sea porque jamás lo ha leído y no se ha dado cuenta que es una promesa para usted y por tanto nunca la ha reclamado y por ende no la ha recibido.

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