Una de las cosas que trato de hacer en mi vida cotidiana, es el tener mucho cuidado con lo que digo, no tanto porque pueda ser bueno o ser malo, sino que he aprendido que Dios es un Dios vivo, que escucha mis palabras y que toma en cuenta cada una de ellas.
Esto se lo digo, porque no creo poder enumerar las veces que en un arranque de emoción o necesidad me he comprometido a no se que tantas cosas con Él, en momentos de bendición y llenas de sus muestras de amor, creo que incluso me he comprometido a dejarlo todo e irme de misionero a no se donde, y sabe, en el momento que lo dije, así lo sentía, la verdad es que nunca estuve dispuesto a hacerlo, o por el otro lado, en momentos de gran necesidad estuve dispuesto a hacer lo que fuera a cambio de salir de dicha necesidad y le soy honesto, en pocas ocasiones hice lo que prometí, primero porque en cuanto recibimos lo que queríamos solemos olvidar lo demás y segundo, porque Dios no es un Dios que intercambie cosas con nosotros, ni requiera de sacrificios, para poder darnos cosas.
Conforme crecemos en el conocimiento de la palabra de Dios y en el conocimiento de Dios mismo, aprendemos a tener una consciencia de nuestras palabras y la dimensión de las mismas, ya que llega un punto donde ni siquiera nosotros mismos las creemos o simplemente nuestros argumentos se vuelven viejos, yo creo que llegó un punto donde yo mismo me cansé de prometer lo mismo y lo mismo y no hacerlo.
La verdad, no se exactamente a que se deba esto, yo quiero entender que lo hacemos por imitación, así lo vimos en otras personas o peor aún, así solemos ser en nuestra vida cotidiana, no solo en nuestra relación con Dios, sino con todas las personas, que terrible, no?
Todo esto se lo comento, porque todos hemos pasado por un momento de consciencia y hemos repetido ya sea en nuestras mentes o con nuestras palabras, la famosa cita de “es mas bienaventurado el dar que el recibir”, y aunque nos hace sentido, la verdad es que muy pocas personas entienden el verdadero significado de esta cita y su profundidad, si somos honestos, siempre que pensamos en esta cita, inmediatamente viene a nuestra mente el pensamiento de “si doy, Dios me va a dar mas”, a lo mejor me equivoco, pero creo que podría generalizar y decir que a todos nos pasa.
El dar es una consecuencia del amar, es decir, no podemos dar si no amamos, y el amar es una decisión lejos de ser un sentimiento, y no me mal entienda, ya que no porque demos quiere decir que amemos, pero si damos sin amar, es como el sonido de un címbalo, es lindo, pero es vacío a su vez, ya que lo mejor que podemos hacer cuando damos es acompañarlo de nuestro corazón.
Recuerdo que de pequeño mi ilusión era el poder cooperar con una de esas asociaciones que salen en la televisión, en la que se aporta dinero y a cambio se tiene correspondencia con esas personas a las que se ayuda, recuerdo que tenía un ferviente deseo de poder orar por alguien en específico y poder tener noticias suyas y saber que mis oraciones hacían efecto en su vida, lamentablemente nunca lo hice, pero mis Padres siempre fueron personas que han practicado la misericordia, participaron en muchas asociaciones y patronatos en los que tuvimos la oportunidad no solo de salir y dar, sino de involucrarnos con aquellos a quienes ayudábamos y entregarles algo más que algo físico, nuestro interés y nuestro amor.
Dar es algo que requiere consciencia, es algo que requiere constancia, es algo que necesita convertirse en un hábito, para luego convertirse en algo natural en nosotros, dar es algo que requiere de nuestro esfuerzo, y no hablo solo del económico, sino del físico, el mental, el emocional y el espiritual, dar es una entrega, que va mucho mas allá de nuestras palabras, es por ello que es muy delicado el que nos comprometamos con nuestras palabras a dar, si no estamos dispuestos a respaldar nuestras palabras con hechos y con la decisión de amar.
La cita de hoy nos dice algo muy pero muy importante, dice “no nos cansemos de hacer el bien”, es decir, no nos cansemos de darnos a nosotros mismos, y nos alienta a que veremos la recompensa de ello, pero si es que no la vemos en el tiempo esperado, no desesperemos, ya que cuando aprendamos a hacer el dar parte de nuestra naturaleza y de nuestra rutina, entenderemos el porque es mas bienaventurado el dar que el recibir, estaremos tan llenos de lo que damos, que difícilmente tendremos espacio para recibir algo mas.
Gracias Hermano por sus meditacion, creeo que el peor enemigo de nuestra fe y de hacer el bien , somos nosotros mismos, por eso nos exhorta la palabara con «que no nos cansemos de hacer el bien’- abria que ser transformados aprate de ser convertidos que es los mas importante, pero para hacer el bien tendriamos que ser o a ver empezado a ser maduros en la fe. Dios lo bendiga. por aqui en los Estados Unidos tengo gente linda de Chich..