Alguna vez le ha sucedido que se encuentra en medio de una situación desfavorable y eleva una oración al cielo preguntando: “por qué a mi Dios?”, me quiero imaginar que todos hemos pasado por ese momento en alguna ocasión, lo interesante de esto, es que normalmente nos acordamos mas de Dios cuando estamos en desventura que cuando las cosas están bien, incluso si las cosas se componen después de haber exclamado aquel “por qué a mi Dios?”, es raro si no es que prácticamente inexistente el momento donde vamos a la presencia de Dios y agradecemos el haber salido de esa situación y recapitulado lo sucedido con el afán de entenderlo.No se porqué a las personas pareciera darle flojera los motivos de Dios, les gustan sus beneficios y aman las “señales”, pero pocos se detienen a entender sus motivos y a entender el propósito de haber pasado por cualquier tipo de situación.Anoche platicaba con unos amigos acerca de cuando alguien ora por otra persona y esa persona cae al suelo “tocada” por el Espíritu Santo, no puedo decir que no sea auténtico el que se caigan ya que el Espíritu Santo puede hacer como le plazca, pero no puedo dejar de pensar en el motivo que podría tener el toque del Espíritu Santo, y si es el Espíritu Santo quien nos toca en persona, ese toque debería de transformarnos, pero con gran tristeza veo que las personas se vuelven adictas a este tipo de señales como una manera de justificar o avalar su espiritualidad sin entender realmente que es lo que pasa.
En mi personal opinión, el buscar señales como el caer ante una oración y no ser verdaderamente transformado por Dios, y el vivir bajo el moto de “Dios por algo hace las cosas” es exactamente lo mismo, ya que se vive y se depende de que Dios haga algo, pero nos excluye de las razones de ello.
Es precisamente por eso que es tan importante que conozcamos de la palabra de Dios, ya que a lo largo de los miles de años, Dios demostró a los hombres, que absolutamente nada hacía sin motivo, y que todo nos lleva a crecimiento y posteriormente lo dijo claro, debemos de aspirar a la estatura de Cristo.
Ha escuchado la famosa frase de “Dios nos lleva de victoria en victoria”, bueno, esa frase se refiere precisamente a la cita de hoy, pero no es a la parte de la victoria de la que le quiero hablar, sino de la parte que le sigue.
Si la leemos detenidamente, podemos entender que podemos aspirar a una vida llena de retos, pero con victorias aseguradas, sin importar lo difícil o lo amargo que sea aquello por lo que tenemos que pasar, pero vea que Dios no nos “va a sacar” de las situaciones difíciles simplemente, sino que nos va a ayudar para que caminemos entre ellas, las dominemos y salgamos avantes, pero sobre todo conscientes de lo que pasó, de que lo provocó y cual fue el propósito de Dios en ello, es por eso que la cita termina con un majestuoso “y que por medio de nosotros manifiesta la fragancia de Su conocimiento en todo lugar”.
En otras palabras, la victoria huele a conocimiento de Dios, es decir, no es Dios quien por un milagro nos librará en todo momento, sino el conocimiento de quien es Él y lo que Él pretende en nosotros es lo que nos asegurará cada victoria.
Esto es tan sencillo como cuando uno compra un coche nuevo, el olor es fascinante y mas si ese coche es fruto de nuestro trabajo, a veces pareciera que quisiéramos que ese olor no se fuera nunca, y que siempre nos recordara que el coche es nuevo, el comprar un coche puede ser una victoria y el olor a nuevo el recordatorio de todos los esfuerzos que tuvimos que hacer para obtenerlo, exactamente de la misma manera Dios quiere que tengamos ese olor a victoria, para que cada logro en nuestra vida tenga un sabor especial, el de saber cual fue el plan de Dios y como por medio de nosotros obró para manifestar su gloria, y de esa manera poder lucir cada logro como una fragancia agradable que lleve a otros a perseverar en lo que nosotros somos y tenemos.