Dar un consejo es una de las cosas mas delicadas que podemos hacer, ya que nuestras palabras pueden tener la oportunidad de transformar favorablemente la vida de alguien o bien pueden causar el efecto contrario.

En mi personal opinión, todo consejo tiene que contener 2 elementos clave, el primero  es el respaldo de Dios, es decir, no importa el tema ni de lo que se trate nuestro consejo, tiene que estar respaldado por la palabra de Dios, ya que sin esta corremos el riesgo de expresar nuestra opinión acerca del asunto en referencia y ser un simple resueno de un cìmbalo, que suena lindo y armonioso, pero que en realidad no lleva a ningún lado y por otra parte el segundo elemento es que llegue en el tiempo adecuado, es decir, muchas veces solemos dar consejos que no han sido solicitados o simplemente decimos lo que pensamos sin tomar en cuenta cual es la situación de a quien damos el consejo, y no sabemos si esta dispuesto o abierto a recibirlo, por tanto, el consultar a Dios acerca de cualquier consejo que vayamos a dar, es primordial, ya que nos indicará el tiempo adecuado y las palabras que reflejen su corazón y proporcionen alivio y consuelo en todo momento.

Muchas veces he visto a personas errar y en muchas ocasiones han sido personas a las que aprecio y amo, pero eso no me da el derecho de intervenir en su error a menos que entienda que es el momento adecuado y que tengo las palabras adecuadas, es decir, que esa persona esta abierta a recibir el consejo y que sea el momento preciso para ello.

Lamentablemente, cuando erramos, normalmente lo hacemos por necedad, ya que si camináramos en sabiduría no erraríamos y muchas de las veces que erramos, estamos conscientes de la razón por la que estamos mal, pero nos es difícil admitirlo, y más difícil nos es el percatarnos que otros entienden el porque estamos mal y que noten nuestro error, esto que le cuento es mas normal y mas común de lo que parece, y si estamos alrededor de alguien que ha cometido un error y está en una situación de pecado incluso, es nuestro papel orar por esa persona, primeramente intercediendo a su favor, buscando la palabra adecuada para darle y esperando a que sea el tiempo correcto para hacerlo.

La cita de hoy nos previene de eso, nos alerta acerca de no hacernos necios al confrontar a un necio o responder a su necedad, en ocasiones al hablar con un necio, nos frustra la seguridad de sus palabras, que caemos en su juego y cuando menos lo pensamos estamos actuando de la misma manera.

Actualmente nos encontramos en tiempos electorales en México y sabe, lamentablemente es tiempo de gran necedad, ya que hay muchos que se apasionan por un candidato o por otro y suelen emitir sus opiniones, sin saber si son las correctas, y pretenden de convencer a toda costa a los demás de que su candidato es el mejor para desempeñar el papel en contienda, y hay quienes reaccionan de la misma manera y terminan en acaloradas charlas que no llevan a ningún lado, sin tomar en cuenta que la Biblia nos dice que tenemos las autoridades que merecemos, así que ojo!, si como necios discutimos y elegimos a una autoridad, esta no será mas que el reflejo de nuestra actitud y una autoridad tal como la merece nuestro corazón.

Es por eso que en esta mañana le invito, le exhorto a meditar muy bien sus palabras antes de confrontar a alguien, aún cuando sea con la mejor de las intenciones, permítale a Dios que le muestre lo correcto y el tiempo para hablar cualquier cosa, de manera que no entre en contienda con un necio y le imite.

 

Lectura del día de hoy: Proverbios 26

 

 

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