Una de las preguntas que mas constantemente nos solemos hacer es el motivo por el cual venimos a esta tierra, y aunque todos hemos escuchado que a gobernar y a establecer el Reino de Dios en este lugar, pareciera que no nos parece suficiente, ya que hay muchos que creen que las labores espirituales son solo para unos cuantos y que esos pocos son “especiales” y “escogidos”.
La realidad es que no es así, todo aquel que anhela tener una relación con Dios, tiene la oportunidad de convertirse en su hijo y recibir tales beneficios, pero tal como sucede aquí en la tierra, que es la labor de un hijo el continuar la labor de su Padre y engrandecer sus negocios cuando pasan a sus manos, de la misma manera sucede con Dios, quien pone en nuestras manos sus asuntos y es nuestra responsabilidad el hacerlas y engrandecerlas.
Jesús entendía esto y lo entendía porque meditaba de constante en su palabra, es por eso que a la edad de 12 cuando fue presentado en el templo, tenía una gran necesidad de hablar con los sabios del templo y confirmar aquello que sabía y entendía y fue que se les perdió a sus Padres y estos al encontrarlo le preguntaron que hacía y este respondió “estoy aquí donde debo estar, atendiendo los asuntos de mi Padre”, su naturaleza le reclamaba el servicio a Dios.
Jesús no vino a hacer cosas “especiales” a esta tierra, sino vino en calidad de hombre y sin facultades especiales a mostrarnos aquello que tenemos capacidad de hacer, si es que nos decidimos a hacer de Dios la prioridad en nuestra vida, en otras palabras vino a gobernar y establecer el Reino de Dios en esta tierra.
Esto que le acabo de mencionar, es una de esas cosas que todo mundo dice entender, pero pocas personas aplican, el gobernar significa tener autoridad espiritual y hacer que las cosas sucedan por medio de nuestra oración, pero la mayoría de las veces que escucho de que es lo que oran las personas y el tono en el que lo hacen, son todo menos oraciones de gobierno, es decir, las personas olvidan que Dios puso poder en su boca, no para satisfacer los deseos de su corazón, sino para establecer ese Reino y gobernar con poder, que no es otra cosa que orar a favor de nosotros por medio del cumplimiento de nuestro propósito.
Es ahí donde se conjuga el propósito que tenemos y nuestra oración, normalmente las personas oran para que les vaya bien en su trabajo y en sus matrimonios, pero olvidan por completo que es su papel el gobernar espiritualmente sobre ese trabajo y sobre ese matrimonio, es decir, vivir en autoridad, ser ejes de justicia, asegurar que la presencia de Dios esté en ese lugar, en esa oficina, en esa casa en ese lecho de constante.
Dios anhela que dependamos de Él, pero no como normalmente lo hacemos, normalmente nos metemos en problemas y luego dependemos de Él para que nos saque, pero debería de ser al revés, podemos y debemos de hablar con autoridad, declarar cosas grandes y estar dispuestos a hacer cosas grandes, sabiendo que Él respalda cada una de nuestras palabras y hechos, de modo que nuestra boca siempre esté al pendiente del corazón de Dios para saber que es lo que puede y tiene que hablar, antes de hacerlo.
Si hiciéramos de esa manera, el pecado no tendría cabida en nuestra vida, porque cada acto y cada palabra estarían avalados por Dios y nuestra vida sería de gobierno, donde no solo nuestras necesidades estuvieran cubiertas, sino que la abundancia fuera algo cotidiano en nosotros.
La cita de hoy habla de eso, aquel que pretende gobernar no es sujeto a su carne, es decir no es débil, no es vulnerable ante la tentación, sabe muy bien su papel y tiene entendimiento de como se abren y se cierran las puertas del cielo, es por eso que esta en un lugar de autoridad, es por eso que la cita lo reconoce como rey y es por eso que la justicia es el reflejo de lo que sucede en su vida y afirma lo que tiene.
En otras palabras, Dios nos envió a gobernar y aquel que no gobierna su vida, ni su carne, solo esta perdiendo su tiempo, haciendo otra cosa diferente a su propósito y jugándose su lugar en la eternidad.
Lectura del día de hoy: Proverbios 16