Muchas personas suelen creer que vinimos a este mundo a “ser buenos” y a ganar nuestro lugar en el cielo, lo cual no es del todo cierto, ya que primeramente no hay en nosotros una capacidad para ser buenos por nosotros mismos, y segundo, Dios mas allá de querer vernos en el cielo, anhela entregarnos su Reino, para que gobernemos junto con Él, pero eso tiene que suceder desde que estamos en esta tierra y no hasta que muramos y sepamos si pudimos o no entrar al cielo, de hecho su manera (la de vivir una Vida de Reino en esta tierra), nos asegura la entrada a su presencia en la eternidad, y creo que su alternativa es mas efectiva que el volado que nos echamos esperando a ver si el día del juicio fuimos lo suficientemente “buenos” para entrar o no.

Todo esto se lo digo, porque a nuestro entender, el mayor impedimento en nuestra vida para que “seamos buenos” es el pecado, que a su vez entendemos como “ser malos” y lo que evitará que entremos al cielo.

Ayer platicaba de esto con una gran amiga mía y hablábamos de que el pecado no consiste en hacer cosas “malas”, aunque sabemos en si que es pecado, pero recuerde que no estamos en un intercambio en el cual hacemos cosas buenas y recibimos cosas buenas, para luego hacer cosas malas y recibir cosas malas, si así funcionaran las cosas en el Reino de los Cielos, si así fuera, no hubiera tenido ningún sentido el que Jesús viniera a esta tierra, viviera una vida ejemplar, para luego morir en la cruz a causa de nuestros pecados, no lo cree?

El pecado lejos de consistir en hacer cosas “malas”, se trata de perder orientación, es decir, el pecado nos aleja de nuestro propósito, y si nos alejamos de nuestro propósito, nos perdemos de una vivir una Vida de Reino y obvio, la entrada al famoso cielo, queda mas que descartada.

La Biblia se refiere a nuestro propósito como el dar frutos, ya que en repetidas ocasiones compara a los hombres fieles a su palabra con árboles, los cuales dan fruto en abundancia y usa estos árboles para muchos ejemplos a lo largo de su palabra con sus diferentes efectos y beneficios, es decir, nuestro propósito es ser como árboles y con ello dar frutos, tener hojas que no se caigan con las temporadas y que siempre reflejen la gloria de Dios.

Si traducimos esto a palabras cotidianas, es nuestro papel como Hijos de Dios el siempre tener una palabra que reconforte, alimente y refresque a aquel que esta con nosotros (dar fruto), el proveer sombra y cobijo para el desamparado, el ser fuertes, estables y depender del agua (símbolo de la palabra de Dios) para vivir.

Ahora bien, la semilla que necesitamos para poder llegar a ser esos árboles es Jesús, una vez que le hacemos nuestro Señor y Salvador por medio de una confesión de fe, el proceso comienza, pero eso no nos asegura el resto, sin el alimento adecuado (la palabra de Dios) corremos el riesgo de no dar frutos.

La cita de hoy nos habla de eso, había una higuera que se suponía había de dar frutos, pero cuando Jesús la vio, se percató que no había nada en ella y la maldijo, ya que no cumplía con su propósito y esta se secó.

El pecado en nuestra vida es aquello que impide que demos fruto, es decir, lejos de ser algo “malo” es algo que nos distrae de nuestro propósito, el pecado lejos de consistir en acciones, mantiene nuestra mirada enfocada en nosotros mismos, y eso evita que demos fruto, ya que todo fruto que demos no es para que lo comamos nosotros, sino que lo coman otros, o acaso ha usted visto algún árbol comiendo su propio fruto?

En éste día quiero invitarle a que usted se vea como Dios nos ve y si Dios nos dice en su palabra que nos ve como árboles, sería un ejercicio interesante que nos visualicemos como tales, sería interesante pensar en que tipo de árboles somos y que tipo de fruto damos, sería interesante pensar en que tipo de aguas nos alimentan, ya que de la calidad del agua, depende la calidad del fruto, y sería muy interesante pensar en cuantos se alimentan de nuestro fruto, cuantos se cobijan bajo nuestra sombra y que tan agradables somos a Dios por ello.

Ahora bien, si algo de esto no sucede de esa manera, es porque probablemente haya pecado en su vida, y no es que hagamos cosas “malas” sino que ese pecado nos distrae de ser esos árboles de los que Dios habla, si lo nota, es mas fácil pensar en combatir al pecado viéndolo como un distractor de nuestro propósito, que viéndolo como algo “malo” que tiene que ser resarcido con algo “bueno”, no lo cree?, empezando porque acaba con el sentimiento de culpa ante la urgencia de retomar el propósito.

Ahora bien, si usted no sabe cual es su propósito, es sencillo, vaya a Marcos 16:15-18 y aprenda de ello, Jesús vino a la tierra de nuevo después de resucitar y aseguró dejarnos el mensaje, para que ninguno dudara y a todos nos quedara claro.

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Un comentario

  1. Hermano René:
    Gracias por ser arbol que nos da frutos a todos los que leemos tu devocional que nos ayuda a entender la palabra de una forma clara y coherente. Saludos