Muchas personas tienen la idea de que tener una relación con Dios es algo complejo, pero créame, no lo es, por el contrario, es una de las cosas más fáciles que hay, por tanto el problema no es nuestra relación con Dios, sino el problema son el resto de las relaciones que tenemos que nos pueden estorbar o bien pueden confundirnos en nuestro caminar hacia llegar a tener esa relación que esperamos tener y que Dios quiere tener con nosotros.La Biblia nos advierte que debemos de tener cuidado de no amar mas a al dinero y al mundo que a Dios, y se que para muchos esto suena extraño, ya que la mayoría de las personas tenemos la idea de que realmente amamos a Dios y de que es alguien importante en nuestro corazón, pero si lo evaluamos bien y detenidamente, se dará cuenta de que no es así, ya que hay muchas cosas que van por delante, y no es que esto sea tan malo, ni va usted a terminar sus días en el infierno por ello, pero si es una oportunidad para alinear su corazón y hacer las cosas de la manera adecuada.Existe una diferencia entre pensar en Dios y tener una relación con Él, hay personas que pasan sus días en necesidad y se la pasan de día y de noche pensando en Dios o bien pidiéndole algo a Dios, pero sabe, los hombres que verdaderamente tuvieron una relación con Dios y que verdaderamente fueron bendecidos lo hicieron de otra manera, como lo es el ejemplo de Josué, quien se quedó al frente del pueblo de Israel al morir Moisés.

No me quiero imaginar que dura carga tenía Josué, ya que no solo era nuevo en el puesto, sino que le tocó quedarse al frente justo cuando iban a entrar a la tierra prometida, es decir, después de 40 años en el desierto viviendo la teoría de ser conquistadores, ahora le tocaba a el poner en práctica lo aprendido.

Imagine si usted o yo estuviéramos en los zapatos de Josué, creo que nos comeríamos a Dios en plegarias, ruegos y llamadas de auxilio!, pero Dios sabía esto y le dio instrucciones específicas de como salir adelante y le enseñó el poder que había en su palabra y le dio instrucciones para que le enseñara al pueblo a tener una relación con Dios por medio de su palabra y no con los milagros y prodigios que realizaba a diario (Josué 1:8).

La razón por la que le soy tan insistente en este punto es sencilla, a veces creemos tener una relación con Dios, cuando en realidad no es así, pensamos que hablamos con Dios, pero en realidad solo hablamos con nosotros mismos y con ello no le damos entrada a Dios ni en nuestra conversación, ni nuestras situaciones, ni en nuestra vida.

La cita de hoy es un gran ejemplo de ello, David sin darse cuenta cayó en la trampa mas sencilla y mas sublime de Satanás, e hizo un censo…

Lo mas probable es que David haya hecho el censo con una buena intención, el dimensionar el poder que tenía, cuantos hombres de guerra y cuantos hombres productivos había en el pueblo de Israel, pero sabe, a Dios no le agrada esto en lo absoluto, ya que si sabemos cuanto tenemos, confiaremos mas en lo que tenemos y menos en Dios y tal fue el caso de David, se confió y se jactó de la grandeza del Pueblo a su cargo y se olvidó de que era Dios quien en realidad había engrandecido al Pueblo y que no había necesidad de contarlo, ya que no es importante el número de soldados que se tienen, sino el favor de Dios que tiene ese pueblo, y para muestra está la anécdota de Gedeón que tan solo con 300 hombres derrotó a un ejercito de miles, porque Dios iba con Él.

Esta historia se repite diariamente en nuestra vida, a veces sin siquiera darnos cuenta, y note lo interesante que puede ser un censo, ya que no solo sirve para medir la riqueza o la grandeza de un pueblo, sino también para medir la pobreza y la necesidad de éste.

A veces o bien muchas veces, mas de las que deberíamos, invertimos tiempo en pensar acerca de nuestras carencias, es decir, lo que debemos, lo que nos falta, lo que anhelamos y no tenemos, y también en lo que tenemos y lo que logramos con lo que tenemos y después de haber pensado en ello, pedimos a Dios su intervención al respecto, pero esa es la manera equivocada de hacer las cosas.

Es obvio el tener presente cuanto debemos y a quien le debemos, lo equivocado es hacer un censo de ello, recuerdo que hace unos días alguien me escribió haciéndome cuentas de lo que ganaba y todo lo que tenía que pagar y cuanto le quedaba de cada pago y lo hacía entiendo yo, como manera de justificarse para no diezmar, pero sabe, su intención de diezmar se vio menguada ante el censo de sus bienes, es decir, al poner los ojos en el alcance de nuestro dinero, de nuestras fuerzas y de nuestras posibilidades, no le damos oportunidad a Dios de intervenir sobrenaturalmente y demostrarnos que las matemáticas del Reino de los Cielos son distintas a las matemáticas de la tierra, donde nuestra fidelidad puede abrir las ventanas de los cielos y hacer fluir recursos de lugares no esperados a nuestro favor.

Mi invitación de hoy, es sencilla, es a que cambie su manera de orar, deje de enfocar su oración en las necesidad que tiene, ya que sin darse cuenta, corre el riesgo de hacer censo, y esto en automático bloquea la intervención divina, por el contrario, aprenda a hacer como hizo Josué, medite en la palabra de Dios y medite acerca de como esta aplica a su vida, de manera que se haga verdadera y viva, para que nada se interponga en sus planes y en los de Dios para su vida.

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