Todos sabemos que Dios es bueno, todos esperamos algo bueno de Él, pero sabe, pocas veces nos acercamos a Él para recibir aquello bueno que anhelamos y necesitamos, y creo que evitamos el detenernos a observar nuestra vida, ya que nos encontraríamos con cosas que no nos agradarían.

Me encanta entender que Dios nos cela y espera tener “el” lugar especial en nuestro corazón que damos a otras cosas, como al dinero por ejemplo, pero aún así aseguramos que Dios tiene el primer y mejor lugar en nosotros, pero reflexione en esto:

Somos capaces de hacer cualquier cosa por obtener dinero y mas cuando lo necesitamos para algo en específico, pero a veces no somos capaces de orar por nosotros mismos ni siquiera en momentos de necesidad y vamos con otras personas que creemos que “están mas cerca de Dios” para que lo hagan.

Hace unos momentos pensaba en esto: hay programas de televisión que nos piden que hagamos todo tipo de ridículos a cambio de la posibilidad de obtener cierta cantidad de dinero y pudiera no importarnos que miles y miles de personas nos vean, pero nos da pena levantar nuestras manos en señal de rendición a Dios frente a otros, por miedo a que piensen que somos religiosos, entonces, quien ocupa verdaderamente el primer lugar en nuestro corazón?

Hay quienes dicen tener una relación con Dios “a su manera” y que no les gusta que les impongan cosas, que prefieren la “libertad” y sabe, están en su derecho, pero luego van y hacen todo lo contrario, e incluso aguantan todo tipo de imposiciones por aquellos que les pueden dar esa solución a sus problemas llamada dinero.

Es interesante, por dinero, vamos y trabajamos todos los días, nos esforzamos y tratamos de ser excelentes a diario, pero por Dios que decimos que es lo mas importante en nuestra vida, no somos capaces de abrir una Biblia a diario para aprender de aquel que decimos que es tan importante.

Y no crea que es mi intención el condenarle en el devocional de hoy, pero creo que es necesario el hacerle reflexionar acerca de las cosas que hacemos y lo incoherentes que son con respecto a nuestras palabras.

Hay ocasiones en las que no vemos claro con respecto a nuestra situación económica y no nos queda otra que pedir dinero prestado, bueno, en realidad si nos queda de otra, pero no dentro de nuestras propias fuerzas y al pedir prestado entramos en otra dimensión totalmente nueva y con una profundidad que no nos hubiéramos imaginado.

En los tiempos de la Biblia, aquel que debía dinero a alguien y era incapaz de pagar se hacía esclavo de su acreedor por 6 años, hoy… no es diferente, solo el plazo, según lo que debamos y en el mejor de los casos serán 12, 24 o 36 meses y aun recibimos el “beneficio” de obtener una ganga “sin intereses”, y aunque no nos vamos a vivir a casa de aquel de quien somos esclavos, empezamos a trabajar para el, ya que lo que hacemos, lo dejamos de hacer para vivir bien, sino para pagarle a aquel que nos prestó el dinero que necesitábamos.

A veces me pongo a pensar que sería mejor que regresáramos a los tiempos de la Biblia, al menos el amo tenía la obligación de ver por sus esclavos y asegurar que estuvieran bien, mientras de nuestros acreedores el día de hoy, todo lo que quieren es recuperar su dinero y no les importa si esto le cuesta la vida a su deudor, había pensado en esto?
La cita de hoy nos habla de eso y no es tanto que lo aclare, sino que nos previene acerca de ello, nos previene de contraer deudas, ya que estas nos esclavizan, y hacen que dejemos de tener voluntad propia y hagamos todo aquello que nuestros acreedores esperan  que nosotros hagamos.

Sería bueno que reflexionáramos mas seguido acerca de quien tiene el primer lugar en nuestro corazón, estoy seguro que vale mas la pena el levantar nuestras manos en señal de rendición y adorar a un Dios que dio su propia vida por nosotros que cambiar incluso nuestros hábitos cotidianos por alguien que nos prestó dinero y solo solucionó nuestra vida de manera temporal y nos esclavizará por largo tiempo, no lo cree?

Hoy le quiero invitarle a reflexionar en esto, es fundamental dentro de nuestra educación financiera, es mejor creerle a Dios que entregarle nuestra voluntad a cualquier banco o institución financiera, es decir, es un verdadero acto de fe, o bien un acto de estupidez, dependiendo de cual de ambas actitudes decida adoptar.

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