Por cuestiones de mi trabajo viajo constantemente, no importa cuantas veces cambie de trabajo o cuanto lo intente, una y otra vez me veo envuelto en la misma situación, viajando todo el tiempo y conociendo todo tipo de lugares, todo tipo de personas y viviendo todo tipo de situaciones.

Y bien lo dice el dicho que el pasto del vecino siempre es mas verde, creo que la mayor lucha (si es que se puede llamar lucha) es con las personas que dicen envidiarme por mi ritmo de vida y mi trabajo, la mayoría de las personas hace constante referencia a que tengo oportunidad de visitar lugares exóticos y viajar a lugares a veces lejanos y poco comunes, y mi lucha normalmente consiste en aclararles que mi vida no es tan atractiva como lo aparenta, obvio, no le puedo decir que sufro con la vida que llevo, pero le aseguro que es una vida muy lejana a lo glamorosa que aparenta ser.

Hace un par de años me vi en una situación muy incómoda, mi trabajo requería que viajara constantemente, al grado que pasé casi 42 de las 52 semanas del año de viaje, y sabe, no estaba dispuesto a pasar tanto tiempo en movimiento y durmiendo en camas distintas cada par de días, por lo que decidí orar y pedir a Dios por hacer un alto en el camino y buscar una alternativa que me permitiera pasar un poco mas de tiempo en casa, cerca de los que amo y me aman.

Parece irónico, cuando viajaba todo el tiempo, me quejaba de sentirme solo, ya que volaba solo, desayunaba solo, comía solo y cenaba solo, aunque el resto del día me la pasaba en reuniones con mis clientes y dando cursos y capacitaciones, los momentos clave de mi día estaba solo y tras viajar toda la semana de país en país, llegaba a casa el fin de semana tan cansado que solamente quería estar solo y descansar!, ridículo!, no?

Dios escuchó mi oración y me permitió cambiar de trabajo y de lugar de residencia, hoy en día aún viajo mucho, pero en definitiva no tanto como lo hacía antes, y sabe, viajo mucho en coche y trato de aprovechar cada viaje para ver y visitar amigos y conocidos en todos lados, trato de ir a visitar a las personas que conozco en cada lugar al que voy y he aprendido a disfrutar de la hospitalidad de mis amigos y cambié los hoteles lujosos por los cuartos de visitas, las camas extras y los sillones en casa de mis amigos.

A pesar del cambio en mis hábitos de viaje, el argumento de la gente que me aborda es siempre el mismo: “que envidia!, quien fuera tu, debe de ser genial viajar tanto!”, si tan solo supieran que muchas veces anhelo tener una vida “normal” con una familia que me espere en casa para ir simplemente al parque con ella en vez de a un restaurante lujoso.

Gracias a Dios existe la tecnología y es un deleite poder compartir aunque sea por los medios sociales los lugares que visito, los platillos que como, las personas a las que veo y a las que conozco, sin el resto de las personas que siguen mis viajes por estos medios sociales, mis viajes no tendrían el mismo sabor y satisfacción.

Y como lo dije antes, no me puedo quejar de mi vida, simplemente el pasto del vecino es mas verde, por mientras otros anhelan viajar como yo, yo anhelo un hogar en familia como ellos.

Y le cuento todo esto por lo siguiente, hay un dicho mexicano que reza “Dios no le da alas a los alacranes”, que hace referencia a que Dios no nos daría cosas las cuales no nos convienen, de las que haríamos mal uso o simplemente nos desviarían del plan que Él tiene para nosotros y con esto hago referencia a que muchas personas oran incansablemente por dinero, muchas personas pasan tiempo enfocadas en sus necesidades de dinero y lo único que buscan es lo propio, incluso en momentos de deudas y gran necesidad, pero le aseguro que si Dios pusiera en sus manos aquello que piden con la condicionante de compartirlo con otros, estarían en un gran conflicto y pasarían un rato amargo de tan solo pensarlo y que se yo que sentirían para llevarlo a cabo.

Lamentablemente nuestra cultura actual nos ha llevado a ese grado, donde todo por lo que nos preocupamos es por nosotros mismos, aún cuando a veces hacemos promesas a Dios de ayudar a otros si nos concede aquello que pedimos, realmente en nuestro corazón no existe esa intención, y no estamos convencidos de hacerlo.

Hay veces que nos es necesario retar a Dios, hay que estar dispuestos a compartir lo poco que tenemos aún en necesidad y estar dispuestos a demostrarlo con hechos, para que de esa manera se abran las ventanas de los cielos y estemos conscientes que esa bendición que cae no es para nosotros solamente, sino para todos aquellos que si estamos dispuestos a llevarlo a cabo que Dios nos dirá específicamente con quien compartir.

La palabra de hoy es una palabra incómoda, ya que nos habla de expresar amor por medio de lo que tenemos, y le aseguro que muchos de los que leen estas líneas dirán “pero yo no tengo nada”, pero tenga cuidado, ya que Dios le puede preguntar “acaso andas desnudo y no tienes que comer?”, cualquier cosa que nos provoque comodidad es un bien, ya que nos hace bien, y sabe, siempre habrá alguien en su camino el que tenga más necesidad que usted, en el momento que su corazón esté dispuesto a compartir aún lo poco que lleva encima, es el día que Dios empezará a confiarle todo aquello que hay en su Reino y que ha sido preparado específicamente para usted y el momento que estuviera listo para recibirlo.

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