La Biblia nos promete que por nuestros frutos seremos conocidos (Mat. 7:16), es decir por el resultados de nuestros actos, será revelada la verdadera naturaleza de nuestro corazón y nuestra mente, todo lo exterior refleja lo interior que hay en nosotros, así que es solo cuestión de ver lo que una persona refleja en su exterior, para que le conozcamos y podamos decir quien es verdaderamente.

Esto a su vez es muy interesante, ya que no importa cuanto nos esforcemos y cuanto tratemos de proyectar cierta imagen, el conjunto de nuestros resultados mostrará quienes somos y otra cosa mas importante aún, podremos fingir ante el mundo quienes somos, pero a Dios no le engañaremos.

Esto se lo digo, porque he estado meditando bastante acerca de la cita de hoy, que interesante pensar que podemos dar frutos que son dignos de arrepentimiento, pero la verdad en pocas ocasiones sabemos como es que es eso.

Un fruto digno de arrepentimiento, es aquel que demuestra la voluntad que ponemos en algo al momento de ir delante de Dios y pedir perdón, y se lo comento por lo siguiente:

Creo que no puedo recordar el número de ocasiones en el que he reconocido un pecado delante de Dios, pero eso no quiere que que por reconocerlo, no lo vaya a cometer de nuevo, por lo general pedimos perdón y esperamos que ese perdón obtenido del Dios que es fiel, lave nuestra conciencia y que con ello podamos estar tranquilos, siendo que en realidad en nuestro corazón no hay la intención de dejar de cometer ese pecado, aún cuando tampoco tengamos planeado el volverlo a cometer, es decir, no dejamos de estar abiertos a la posibilidad de volver a caer.

Esto que le comento, es más común de lo que cree, ya que aunque sabemos que muchas cosas de las que hacemos a diario no son agradables a Dios, no las reconocemos como pecado, algunas de ellas porque estamos tan habituados a que estén presentes en nuestra vida cotidiana que nos cuesta trabajo creer que por ese acto tan sencillo podamos poner en riesgo nuestra eternidad.

Es por eso que la Biblia nos habla de hacer frutos dignos de arrepentimiento, es decir de cada cosa que traigamos delante de Dios y pidamos perdón, traigamos juntamente con esa súplica, la firme convicción de no volver a pecar en éste particular y el compromiso para con Dios de ser fieles a nuestra promesa.

Sujetar nuestra carne es una de las cosas más difíciles de hacer, ya que estamos mas que acostumbrados a ser condescendientes con nosotros mismos, y de alguna manera no tenemos (en muchas ocasiones) la intención de dejar de pecar, de dejar de vivir de esa manera cómoda como lo hacíamos, que a su vez nos sujeta a una manera incompleta y llena de anhelos incumplidos.

El hacer actos dignos de arrepentimiento, es un acto que libera tiempo y espacio en nuestra vida para que entren cosas nuevas a ella, como las bendiciones de la obediencia, el favor de Dios de acuerdo a nuestra estatura espiritual y beneficios de acuerdo a nuestro grado de compromiso con Dios.

Es por eso que quiero hacerle una invitación muy especial, a que tome un minuto para reflexionar, cuantas veces ha tenido que pedir a Dios perdón por el mismo pecado y como es que en realidad nunca pensó en dejar de cometer ese pecado y como nunca pensó en cambiar esa actitud, de manera que ahora pueda peda ir delante de Dios y hablar por última ocasión sobre ese tema en específico.

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3 Comentarios

  1. que gran verdad esta enseñanza…..debemos aprender a ser radicales con el pecado y esforzarnos porque nuestra vida alegre a DIOS

  2. No había descubierto el botón de imprimir hasta hoy y no sabes lo feliz que me hace, gracia y buen día:)