Hace unos días fui invitado a un programa de radio en la ciudad de Monterrey, y aproveche para hablar acerca de la dimensión de la oración, el cual es un tema muy amplio, pero tenía mucho interés en dejar una cosa mas que clara, el saber a quien es que nos dirigimos cuando oramos.

Todos sabemos, porque hemos escuchado o leído que Dios es 3 personas en uno y una persona en 3, pero en realidad pocos entienden el sentido de ello y la intención que Dios tiene para ello, y esto no lo digo con el afán de señalar a quienes no lo entienden, sino por el contrario, aclarar algo que fue una duda para mi durante mucho tiempo y no fue hasta que lo entendí el que pude hacer de mi tiempo de oración uno efectivo.

Dios es 3 personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de los cuales el Padre es aquella persona quien nos enseña, nos disciplina, quien tiene la intención de que crezcamos en el conocimiento de su palabra y que pasemos de ser niños espirituales a personas maduras con el entendimiento de su Espíritu (note como el Padre lleva al Espíritu), el Hijo es aquel que nos muestra su amor incondicional, aquel que perdona, aquel que consuela, aquel que nos enseña como poner en práctica todo aquello que nos enseña el Padre y nos invita a perseverar en el Espíritu (note como también como el Hijo también nos lleva al Espíritu).

Aquí es donde tengo que hacer una pausa, porque no me gustaría dar pie a que se diera una confusión y que pudiera parecer que quiero dar a entender que el Espíritu es mas importante que el Padre o que el Hijo por el hecho de que ambos llevan a El, sino que es una cuestión de tiempos, y es de lo que le quiero hablar.

El tiempo del Padre fue en el antiguo testamento, es decir, en ese entonces los hombres y mujeres de la Biblia hablaban y eran tratados de manera directa por el Padre, Dios estaba asentando los fundamentos de la fe, y consolidando todo lo que había de hacer en los tiempos de hoy.

El tiempo del Hijo fue en el nuevo testamento, fue el tiempo en el que los hombres entraron en contacto con la personalidad tangible de Dios y en donde dejaron de tener la necesidad de un intermediario entre ellos y Dios (sumo sacerdote) y donde les fue enseñada la fe aplicada, y que no había pretexto para desviarse o adorar a dioses paganos.

El tiempo del Espíritu Santo es ahora, es el tiempo en el que Dios quiere tener una comunión íntima con nosotros, en la que puede y quiere poner su poder en nuestras manos y actuar por medio de nosotros, es el tiempo de ser embajadores del Reino de los Cielos.

Si lo quisiéramos ejemplificar en términos cotidianos, es como aprender a andar en bicicleta, el tiempo del Padre, es aquel en el que salimos a pasear en bicicleta con las famosas “rueditas” laterales, El nos enseña como pedalear, como dar vuelta, pero nos da instrucciones todo el tiempo, el tiempo del Hijo es aquel en el que las “rueditas” son retiradas y Dios corre a nuestro lado sosteniendo la bicicleta por la parte trasera y nos alienta y nos anima a que no desistamos y por último el tiempo del Espíritu Santo, es aquel en el que nos subimos a la bicicleta y andamos solos, esa bicicleta, sería la representación de la fe, es en donde no necesitamos de nadie para creer, es en donde pasamos el proceso del Padre y del Hijo y aplicamos en el Espíritu lo que creemos de la Biblia.

La cita de hoy nos habla sobre como enfrentar la vida, nos dice tenemos la oportunidad de hacernos los fuertes ante la adversidad, o bien, podemos pedir apoyo a otros para sobrepasar los tiempos difíciles, pero que solo si lo hacemos en el Espíritu, no solo sobreviviremos, sino lo haremos con el poder y la majestad de Dios, con la total garantía de éxito en todo lo que enfrentemos o en todo lo que emprendamos.

Por tal, es imposible entender y creer en los efectos del Espíritu Santo en nuestra vida si no pasamos por el proceso del Padre y el del Hijo, es decir, necesitamos ser instruidos y disciplinados en la palabra de Dios (tiempo del Padre), necesitamos ser confrontados con nuestra manera de vivir, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos y ser perdonados aun de aquellas cosas que pensamos y sentimos que no podemos controlar (tiempo del Hijo), para de esa manera, tomar la palabra de Dios (la Biblia) y poder creer en ella y aplicar cada una de las cosas que en ella dicen, entendiendo que no solo son historias lindas y asombrosas, sino cosas que usted y yo podemos llevar a la práctica en nuestra vida cotidiana en el Espíritu Santo.

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