A muchas personas les es difícil el orar, otras han hecho el hábito de elevar sus peticiones al Padre, unas cuantas más se han optado por rezar (que no es otra cosa que repetir ciertas oraciones), un tanto más hablan con el Padre o bien creen hacerlo, pero pocas reciben una respuesta, y no puedo decir que ninguna de las anteriores esté mal, y no es porque cada quien tenga el derecho de tener una relación con Dios “a su manera” ya que esto no es cierto, sino mas bien tiene que ver con su corazón, si es el adecuado para con Dios, para que así sus palabras puedan ser escuchadas, y por favor no crea que le estoy diciendo que hay un filtro espiritual de oraciones, ya que eso no lo dice la Biblia en ningún lado, sino mas bien tiene que ver con el hecho de ser honestos y estar conscientes de si verdaderamente queremos entrar a la presencia de Dios y hablar con El, o si solo queremos que nuestras peticiones sean atendidas.

Hay cosas básicas en nuestra oración que muchos olvidan y por ello les es difícil orar, y quiero recordarle un hecho importantísimo de su vida espiritual que le va a ayudar:

Usted sabe que Dios es 3 y es uno, es decir, es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo, pero a su vez es una sola persona, como lo he mencionado en estas líneas en otras ocasiones, cada una de las personas de Dios tiene un tiempo y un propósito diferentes y podemos tener una manera distinta de relacionarnos con cada uno y cada uno tiene un rol y un propósito diferente en nuestras vidas, sin dejar de ser uno.

Cuando Dios creó al hombre, lo creó a su imagen y semejanza y a su vez somos 3 en uno, es decir somos cuerpo, que se refiere a nuestro cuerpo físico, somos alma, que es la parte de nosotros que concentra nuestros pensamientos y sentimientos y somos espíritu, que es la parte de nosotros que se comunica con Dios.

Cuando el hombre pecó (me refiero a Adán y Eva) murió en espíritu de acuerdo a la advertencia de Dios y fue enviado a la tierra, por tanto a los hombres nos es difícil comunicarnos con Dios, porque nos falta esa parte que se comunica con El, pero afortunadamente Dios tenía ya un plan para eso y envió a su Hijo (Jesús) para que lo resolviera y por medio de pagar nuestro pecado nos dio la oportunidad de recuperar ese espíritu, y como su sacrificio fue tan grande, a nosotros solo nos toca hacer una simple pero poderosa confesión de fe para obtenerlo de nuevo.

Una vez que obtenemos ese espíritu, tenemos una nueva capacidad de comunicarnos con Dios en 2 vías es decir, no solo hablaremos con El, sino también le podremos escuchar, pero como todo lo que hacemos, tenemos que aprenderlo y  practicarlo, es decir, así como Dios solo era Padre durante el viejo testamento y solo fue Hijo durante su estancia y posterior nos dejó al Espíritu Santo, tenemos que aprender a usar cada una de nuestras 3 personas que a su vez son una en nosotros y poder ir delante de Dios con la que realmente fue creada para comunicarse con El.

Esto se cuento, porque pocas personas acostumbran a ir delante de Dios en espíritu, porque están simplemente acostumbradas a hacer las cosas en su carne.

Y es aquí donde la cosa se pone interesante, cuando digo “en su carne” me refiero a nuestro cuerpo y nuestra alma están directamente relacionados, son aquello que nos mantiene en este mundo, pero el espíritu no, ese tiene una naturaleza celestial, mas o menos igual que con Dios, el Padre y el Hijo están directamente relacionados, pero el Espíritu es aquel que pone el poder de Dios en nosotros, espero poderme explicar, aunque Dios no se separa en ninguna de sus 3 personas, el Padre y el Hijo son los que hacen las cosas por nosotros y el Espíritu hace las cosas por medio de nosotros, así también nuestro cuerpo y nuestra alma hacen cosas terrenales y tienen un alcance terrenal, pero nuestro espíritu tiene la capacidad de hacer cosas celestiales, ya que es quien recibe de Dios en su persona de Espíritu Santo el poder para actuar por medio de nosotros.

Por tanto, cuando oramos de acuerdo a los deseos de nuestra carne (es decir nuestro cuerpo y nuestra alma), por lo general tenemos deseos, anhelos y peticiones relacionadas a las cosas terrenales y no es del todo malo, pero oramos de acuerdo a nuestro entendimiento carnal, es decir tenemos una visión limitada de las cosas que podemos alcanzar y obtener de Dios, de hecho, hay quienes dicen tener fe en milagros, pero todo el tiempo mientras oran por ellos, dudan acerca de como es que Dios lo hará y como es que va a suceder, mientras aquel que ejercita su espíritu, ya ha visto las cosas que puede alcanzar y no se preocupa por el como, sino confía en el tiempo que el Espíritu de Dios lo cumpla por medio de éste que confía.

Llevar una vida de Reino, significa dejar de orar conforme a nuestra carne y darle paso a nuestro espíritu, obvio, para ello, tenemos primeramente que asegurarnos el recuperarlo por medio de una honesta y sincera confesión de fe, y posteriormente hacer como hace Dios usar nuestras 3 personas de acuerdo a como fueron diseñadas.

Se que la siguiente pregunta que me hará es acerca de como es que podrá hacer esto que le platico, es sencillo, su cuerpo se alimenta de comida física, y su alma aunque lo intente no recibe nada de ello, su alma se alimenta de sentimientos y conocimiento natural y esto por así decirlo, al cuerpo no le importa, mientras esté adecuadamente alimentado en lo físico, nuestro espíritu se alimenta de la palabra de Dios, ya que una vez que hemos recibido ese espíritu del cual le hablo, tenemos una nueva capacidad espiritual de no solo leer con nuestros ojos, sino escuchar la voz de Dios mientras leemos y nos alimentamos, lo cual nos lleva a un nuevo entendimiento el cual va incrementando hasta que logramos pasar de la teoría a la práctica espiritual y podemos poner por obra aquello que leemos.

Note como la cita de hoy apoya lo que le platico y como es que su carne (su alma y su cuerpo) se opone a su espíritu, ya que su carne le ata a este mundo y su espíritu le lleva al Reino de los Cielos, su cuerpo tiene una vida limitada, por mientras su espíritu lo lleva a una vida eterna, por tanto nos es necesario tener y llevar una Vida de Reino, para que podamos desde aquí y desde hoy asegurar nuestro lugar en la eternidad.

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