Alguna vez ha intentado comer algo de sabor dulce en un plato que no ha sido lavado y recién contenía algo de sabor salado?, creo que el puro hecho de pensarlo es desagradable al paladar, no lo cree?, creo que a nadie nos gusta el hecho de combinar 2 sabores de diferentes tipos, incluso cuando solemos ir a algún restaurante de tipo buffet, pedimos que nos cambien el plato en cada ocasión que nos levantamos a servirnos de nuevo.

Este asunto de la comida, en algunas culturas es llevado a situaciones que parecieran extremas, por ejemplo la cocina Kosher Judía que no permite siquiera que se cocinen alimentos de diferentes tipos en el mismo sartén, por tanto, tienen un sartén para pescados, uno para pollo y así sucesivamente, esto con el objetivo por un lado de obedecer a Dios (cosa que comentaré adelante) y el capturar la esencia pura de aquello que se come, es decir, para poder disfrutar adecuadamente el sabor de cada alimento, sin que se mezcle con los sabores de otros alimentos.

Esto de no combinar alimentos, como muchas otras cosas, viene en la ley de Dios, y si lo nota, en esta ocasión mencioné la ley de Dios y no solo la Biblia, ya que en el tiempo que Dios dio la ley a los hombres (en tiempos de Moisés en el desierto), Dios contempló una serie de reglas que parecieran raras, pero las dictó con el único fin de salvaguardar nuestra integridad, nuestra vida física y nuestra vida espiritual.

La ley nos habla de no combinar dos tipos de carne, el fundamento físico es que nuestro sistema digestivo es uno muy simple y sencillo que puede digerir un tipo de alimento a la vez, un solo tipo de textura, al combinar, simplemente hacemos que el proceso de la digestión se convierta en algo complejo y lento, lo cual nos puede causar molestias incómodas y a la larga enfermedades, es cierto que nuestro cuerpo ha podido con eso y mas durante muchos años, mas no fue diseñado de esa manera, el fundamento espiritual es la obediencia.

La ley incluso nos previene de no vestir mas de un tipo de telas, el fundamento físico se basa en que todo nuestro cuerpo esta constituido de la misma forma por tanto transpira igual en todos lados, al combinar telas, sometemos a nuestro cuerpo a 2 o mas temperaturas diferentes, a 2 o mas maneras distintas de ventilarse y nos ocasiona que transpiremos de manera distinta en distintas zonas del cuerpo de acuerdo a lo que traigamos puesto, obvio, nuestro cuerpo ha aprendido a sobrevivir a lo largo de los años que hemos vestido de manera combinada, pero no fue diseñado para eso, el fundamento espiritual, la obediencia.

Si viéramos las cosas desde el punto de vista de Dios, El hubiera querido que desde siempre hiciéramos las cosas a su manera y no a la nuestra, primeramente porque nuestra salud sería mucho mejor al comer y al vestir adecuadamente, como El lo diseñó para nosotros, y segundo, porque nuestra bendición siempre se basa y tiene como origen la obediencia a Dios por medio de su palabra.

Ahora bien, existen situaciones que parecieran buenas y no las sabemos disfrutar, como cosas que pedimos a Dios pero vienen con algunas trabas, o bien alegrías como el hecho de tener un bebe, pero que viene en embarazos de alto riesgo o con algún tipo de problema y queremos culpar a Dios con un “Dios por algo hace las cosas” con la intención de tranquilizar nuestra alma y querer pensar que es El quien tiene el control de todas las cosas, pero permítame invitarle a reflexionar al respecto.

La cita de hoy habla de que nada que venga de Dios, traerá tristeza a nuestra vida, es decir, nada que venga de El, nos afecta de ninguna manera, sino nos lleva a la eternidad, pero que es lo que pasa cuando suceden cosas adversas como los ejemplos que le mencioné arriba?, Dios lo hizo?, El lo permitió?.

Esto es muy sencillo y fácil de entender, toda dádiva de Dios es perfecta y sin mancha, pero a veces y no me refiero solo al caso de bebés, sino en general, nuestro corazón no es el adecuado, tenemos que estar preparados para recibir lo perfecto y lo bueno de parte de Dios, para así también poder saborear y disfrutar cada bendición en plenitud y por completo, es precisamente como si nuestro plato tuviera aun restos de comida salada y nos sirviéramos un rico y dulce postre sobre el, tarde que temprano los sabores se van a combinar y el sabor del postre se verá alterado y no nos lo vamos a querer comer.

Llevar una Vida de Reino, significa el entender lo que viene de Dios y diferenciarlo de lo que no, nos anima a vivir en santidad y pureza de manera que podamos disfrutar en pleno cada bendición, del tipo que sea y que aprendamos la receta para no solo recibirla y hacerla parte de nuestra vida cotidiana, sino disfrutarla, esa receta tiene como ingrediente principal la obediencia a la palabra de Dios.

Así como pasa con nuestro cuerpo, que se puede acostumbrar a digerir alimentos combinados y a vestir telas de diferentes tipos, así también nos podemos acostumbrar a recibir y disfrutar las cosas de Dios y que vienen de Dios a medias, pero corremos el riesgo de culpar a Dios de esto y atribuirle la autoría de los sinsabores de nuestra bendición, siendo que en realidad nos hace falta tener una consciencia de lo que sucede en nuestra vida para que podamos distinguir lo bueno de lo malo y sus consecuencias, y de esa manera evitar lo malo, para que nuestro plato esté siempre limpio y no tenga sabores pasados para disfrutar el dulce sabor del amor inigualable de Dios para con nosotros.

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