Es interesantísimo pensar acerca de lo que ocupa nuestros pensamientos y nuestra oración, le puedo compartir que tengo gran experiencia en “perder el tiempo orando”, y no me mal interprete, en ningún momento podría decir que la oración es una pérdida de tiempo, por el contrario, creo y estoy plenamente convencido de que no hay mejor manera de invertir el tiempo que en oración y en intimidad con Dios, pero lamentablemente pasamos demasiado tiempo hablándole a Dios acerca de lo que queremos, anhelamos y necesitamos que ni siquiera estamos seguros de que Dios esta ahí y si nos esta escuchando.

 

Obvio, Dios es omnipresente y nos ama, pero eso no garantiza que tengamos su atención al momento de dirigirnos a El y no es algo que tenga que ver con El, sino es algo que tiene que ver con nuestro corazón, ya que en muchas ocasiones y desafortunadamente no vamos mas que a presentar necedades delante de El.

 

Una de las cosas que mas me emociona y ayer me fue recordado, es que Dios escribió su ley en nuestro corazón, es decir hay una copia de su voluntad dentro de nosotros, por tanto siempre sabemos lo que es bueno y lo que no, siempre sabemos que es lo que Dios anhela y lo que no y siempre sabemos si lo que estamos pidiendo tiene que ver con Dios o no lo tiene, así que ir delante de Dios a pedir algo que vaya en contra de lo que es su voluntad, no es mas que ir a perder el tiempo, no lo cree?.

 

Como todas las cosas, aunque la voluntad de Dios y su ley estén escritas, si no recurrimos a ellas y las ponemos en práctica, pues no pasará otra cosa como pasa como con las matemáticas y cosas que sabemos pero que no tenemos a la mano, estarán empolvadas, pero de que las sabemos las sabemos, tan sencillo como la raíz cuadrada de 27…

 

Cuando me refiero a esto, es como cuando usted pide algo a Dios y en el fondo tiene la certeza de que no sucederá, y en todo tiempo tiene esa sensación, mas aún así va delante de Dios y lo pide, no solo eso, pide a otros que hagan lo mismo, además trata de manipular situaciones para que suceda y no descansa hasta que este seguro de que sucederá, y mientras tanto dice en voz alta “pues ya lo puse en manos de Dios y que sea lo que El quiera”, le suena familiar?.

 

Cuando pienso en esto, no puedo evitar recordar algo que me sucedió hace unos días, tenía la necesidad de renovar mi pasaporte, por lo que me dirigí a temprana hora a la oficina donde se hace el trámite, cuando llegué, me percaté que la lista de requisitos estaba posteada en las ventanas del edificio, de manera que me aseguré de tener toda la papelería necesaria para hacer el trámite por mientras hacía fila y esperaba a que abriera la institución, entre tanto no pude evitar relacionarme con las personas a mi alrededor y me percaté que muchas de ellas no traían los documentos necesarios que decían los avisos de las ventanas, y que claramente especificaban eran indispensables para hacer el trámite, pero aun así permanecieron formadas con la esperanza de que alguno de los empleados de ventanilla pudiera hacer una “excepción” o no notara la falta de los documentos.

 

Lo interesante del asunto es que cuando no les dieron la oportunidad de hacer el trámite, algunos de ellos llegaron incluso a enojarse con el empleado que les atendía y lamentablemente hasta le insultaron, como si el no poder hacer el trámite fuera culpa de ellos y no de la falta de documentos.

 

Esto que le comento, no es algo raro, es algo de lo mas común lamentablemente, solemos hacer lo mismo con Dios, sabemos en el fondo de nosotros que lo que pedimos no nos conviene, o peor aun que no esta alineado con la voluntad de Dios, pero aun así permanecemos y pretendemos que Dios haga una excepción y que no solo eso, sino que además lo haga ver bien.

 

Es precisamente en ese momento donde tratamos de manipular la voluntad de Dios e ignorar lo que ya sabemos, que nuestro deseo se convierte en corrupción, cuando pretendemos que nuestra voluntad vaya por encima de la de Dios y que lo importante seamos nosotros y no lo que El diseñó para nosotros desde aun antes de ser creados y para nuestra bendición y permanencia eterna.

 

Esta mañana le quiero invitar a que reflexione acerca de esos momentos, en los que ha desperdiciado su tiempo en orar y pedir por cosas que no sucederán (al menos dentro de la voluntad de Dios), y de como ha ignorado esa voz que viene desde el fondo de su corazón y de como ha pasado interminables horas “orando” sin escuchar y sin esperar la respuesta de Dios, o al menor la respuesta que venga de El, con el riesgo que no se parezca a la que usted espera.

 

Después de reflexionar en ello, póngase en contacto con esa pequeña voz, si no logra escucharla, no se preocupe, tome su Biblia y léala, pero léala con la intención de descubrir la voluntad de Dios para su vida (la de usted), y se dará cuenta de como muchas cosas hacen sentido y en realidad ya las sabía en su corazón, reactive su relación con la voz de Dios y aprenda a orar escuchando, mas allá de hablando.

 

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