La espiritualidad es un tema sumamente interesante, ya que muchos hablan de ella, pero pocos saben realmente lo que dicen y si lo que dicen tiene razón o fundamento alguno, por tal es común que las personas hablen bien de si mismas y con desprecio de otros o asombrosamente bien de otros.
Es una necesidad imperante de las personas el sentirse medidas, no tanto por otros, sino por si mismas, y la manera mas común de medirse es compararse con otras personas, por ello vivimos en un mundo tan competitivo y por ello estamos en una constante lucha que sospechamos que nos llevará a algún lado, pero en realidad no tenemos la certeza de ello.
De donde viene esta constante lucha y competencia?, después de meditar en ello, no llego a otra conjetura mas que de nuestra conciencia, todo el tiempo las personas nos estamos evaluando a nosotros mismos y tenemos todo el tiempo diálogos con nosotros mismos en donde nos enfrentamos a nuestros actos, a nuestra realidad o incluso a nuestros propios pensamientos y sabemos lo que hemos hecho bien, lo que hemos terminado y lo que nos falta por hacer, lo interesante empieza cuando no nos gusta del todo lo que vemos, nos sentimos mal y no nos gusta o por el contrario, hay cosas que nos hacen sentir bien o que nos gustan, pero no sabemos hasta que grado nos debería hacer sentir bien, por ello, tratamos de compararnos con quienes están a nuestro alrededor, para aliviar nuestro mal sentimiento o para poderle poner medida a nuestro sentimiento de éxito.
Es un hecho que siempre nos vamos a encontrar a alguien que en apariencia esta peor que nosotros, si nos encontramos sin trabajo, al menos tenemos menos días que otros sin trabajar, si nos encontramos enfermos, al menos tenemos a mas seres queridos cerca, si nos dieron un ascenso, siempre pensamos en a quienes no se los dieron o versus quienes competimos por ese asenso, que se yo, es una competencia constante, muchas veces con personas que ni siquiera se dan cuenta que competimos con ellas.
Cuando se trata de temas de espiritualidad no es diferente y la verdad no soy un convencido de usar el término espiritualidad como tal, ya que no creo que sea algo que exista en si, pero creo que expresa bien el conjunto de términos que identifican la cercanía con Dios, la bendición que hay o no hay en nuestra vida, el favor de Dios que recibimos, etc…
Todos tenemos la conciencia de que podríamos hacer mas con respecto a nuestra relación con Dios, eso es un hecho, pero de entender esa realidad a hacer algo por ello, hay un gran vacío, y es ahí donde empieza nuestra competencia y nuestros argumentos, me llama mucho la atención el que muchas personas se autodenominen como “buenas personas”, ya que no hacen mal a nadie, ni tienen adicciones o hábitos que dañen a otros, es asombroso que el puro hecho de no ser evidentemente malos, los convierta en automáticamente buenos!, es decir, no tienen nada que decir a su favor, pero si pueden decir mucho en contra de otros!, otro argumento que es muy común es en relación a la situación económica que sucede en sus vidas, seguido me entero de personas que se dicen “buenas personas” porque siguen algunos hábitos de aparente bondad y Dios no les favorece económicamente, mientras hay personas que evidentemente tienen una vida de pecado y la buena fortuna económica les sonríe, aun cuando no lo merecen, según quienes hacen este juicio.
Este tipo de comparaciones y esta competencia no declarada nos podría llevar a un sinnúmero de niveles de espiritualidad, desde malo, no tan malo, malo a veces, hasta bueno, buenísimo, casi un santo, que se yo, y las personas se acomodan en lugares donde otros les puedan admirar, como si eso tuviera un impacto en el Reino de los Cielos o como si a Dios lo pudiéramos engañar, pero la realidad es que a Dios no lo engañamos y lo mejor de todo, para con Dios no necesitamos una medida, ni nosotros, ni los que están a nuestro alrededor.
Me impacta entender la medida de Dios, Dios no tiene niveles de espiritualidad, para El, solo hay bueno y malo, así de radical, de hecho en su palabra lo dice, para El tiene un mismo valor un asesino que un mentiroso, por ello es tan importante que día a día vayamos delante de El y hagamos un recuento de nuestros actos, nos reconozcamos como pecadores y como incapaces de dejar de pecar, mas arrepentidos de cada uno de nuestros actos conscientes e inconscientes, para que día a día podamos ser purificados y mantener bien resguardada nuestra salvación y nuestro lugar en la eternidad.
Por ello, Dios no cuida, es mas, no le preocupa siquiera el hecho de estar viendo lo que hacemos o lo que no hacemos, es un hecho que lo ve, pero le aseguro que no es algo que le ocupe, a El le ocupa y le preocupa, como es que esta nuestro corazón cuando vamos delante de El, pues ahí esta concentrado todo lo que hemos hecho, todos nuestros actos y todos nuestros pensamientos y El necesita que tomemos aunque sea unos segundos efectivos de suma honestidad con El y le platiquemos que hay en ese corazón, para que El lo pueda limpiar con ese sangre que derramó hace un poco mas de 2000 años por nosotros.
Así de ilógico como suena que tengamos que reconocernos pecadores todos los días y pareciera que tenemos que empezar de nuevo cada día, es el hecho de pensar que algo rojo y que mancha permanentemente como lo es la sangre pueda limpiar todo nuestro pasado y dejarnos limpios y blancos como la nieve o como la lana, según describe la palabra, pero esa es la parte que hace a Dios único, especial y sobrenatural, solo El puede hacer que algo tan aparentemente incapaz de desmanchar como la sangre sea el jabón mas efectivo que existe, no lo cree?.
Mi invitación de esta mañana, no es a que haga algo, mas bien a que lo deje de hacer, deje de ver la vida de otros y compararse con ellos para lavar su conciencia, Dios anhela que usted vaya con El y permita que El le juzgue, pero no espere al famoso “juicio final” para que así suceda, vaya todos los días al “banquillo de los acusados” y permita que Dios le tome y le ponga en el “trono de los perdonados”, para que pueda vivir una vida de gloria que en apariencia a los demás no merece, pero que por medio del perdón de Dios nos hace dignos de cosas que ni imaginamos, todo por dejar a un lado los ojos y poner el corazón.