Alguna vez se ha puesto a pensar como es que hay personas que pasan años en la misma escuela, reciben la misma educación desde pequeños y hasta la universidad y no hay gran cosa que difiera en ellos o a veces los mismos hijos en una familia tienen el mismo trato, tienen el mismo cariño de sus padres y aun así sus vidas terminan siendo completamente distintas , unos terminan en excelentes posiciones económicas y situaciones holgadas, mientras los otros no importa cuanto se esfuercen las cosas no les salen y pasan la vida batallando por el mas pequeño logro y obvio esta el resto, los que llevan una vida «normal» o promedio que viven con altibajos, pero por lo general bien.

Siempre me he preguntado porque es así, ya que he visto como es que amigos y compañeros míos hoy por hoy están en situaciones privilegiadas y otros siguen batallando igual que cuando salimos de la universidad, de manera que lo consulté con Dios, le cuestioné si realmente era su intención que fuera de ésta manera, si realmente tenía tratos distintos para nos y para otros.

Tras pasar un buen tiempo en oración y meditar en la palabra, empecé a recordar las promesas de Dios, obvio, algunas tienen condicionantes, pero todas ellas tienen que ver con el corazón, y no con nada que no podamos cambiar o influir nosotros, Dios me mostró que tiene un trato igual para todos los que deciden seguirle y tomarle como Padre, que el hecho de ser hijos por adopción (es decir confesándole como Rey y Salvador de nuestras vidas) nos da los mismos privilegios, derechos y obligaciones a todos sus hijos y todos como hijos del Rey, hemos sido designados a reinar con autoridad, no en un reino propio, sino en el Reino y con la autoridad del Padre.

La cita de hoy nos recuerda eso, que hemos sido hechos Reyes y Sacerdotes para nuestro Dios, pero si usted se fija esta promesa no es limitativa, habla de lo que Jesús hizo, que por medio de su cruz, aseguró que ninguno de nosotros tuviera necesidad de un intermediario para con el Padre, y que todos pudiéramos ser reyes, es decir, tener, gozar y administrar los beneficios del Padre, que incluyen desde autoridad espiritual, moral, intelectual, e incluso social, que tenemos acceso a las arcas del Reino y las oportunidades se nos abren y confirman por medio de El, de manera que no tendríamos porque batallar ni pasar hambres y tener el reconocimiento de los hombres, no por quienes somos, sino en el nombre de quien venimos, también la cita nos recuerda que somos hechos sacerdotes por medio de Jesús, en otras palabras, que no tenemos necesidad de que alguien mas ore ni interceda por nosotros, tenemos comunicación directa con el Padre y que aun los dones de su Espíritu nos son dados, a todos los que nos decimos y actuamos como hijos de Dios, por tanto y como lo prometió Jesús, haremos las cosas que El hizo y aun más ya que el va al Padre por nosotros.

Es decir, Dios anhela que todos nosotros, eso nos incluye a usted y a mi, disfrutemos de las riquezas y las bondades de esta tierra, todas fueron dispuestas para nosotros y además hiciéramos y realizáramos grandes prodigios en el nombre de Jesús, siempre reconociendo que es El por medio de nosotros quien nos hace triunfar en toda situación y que esos privilegios no son para unos cuantos, ni para los «muy espirituales», sino para quien tenga la actitud adecuada de hijo.

Al mencionar la actitud adecuada de hijo, es cuando dejamos de comportarnos con Dios como si fuera nuestro sirviente, nuestro mandadero, nuestro saca de apuros o alguien ajeno, y empezamos a desarrollar una relación Padre-Hijo, en donde el Padre nos enseña y adiestra, para que recibamos en heredad su Reino aun antes de morir y llegar a su presencia.

De manera que éste lunes al comenzar la semana, le quiero invitar a lo siguiente, reflexione en todas aquellas cosas que ha pedido al Padre y no le han sido respondidas, en aquellas cosas que quisiera de El pero no se atreve a pedir, en todo aquello que aqueja su alma y no le permite vivir con paz y dese cuenta como la gran mayoría de esas cosas no han sido resueltas por falta de la verdadera presencia de Dios en ellas, ya que no ha tenido la actitud adecuada, y no ha permitido que Dios le bendiga como su Padre y empiece a abrir las ventanas de los cielos como promete en la Biblia, no solo para que le vaya bien, sino para que aprenda a vivir como Príncipe (hijo del Rey) y como Sacerdote (Ministro de su palabra y su poder) y sea de aquellos que destacan de los que tuvieron las mismas oportunidades y no aprovecharon.

Dios tiene un Reino tan vasto, que podríamos todos ser reyes en El y sacerdotes de su Espíritu, solo es cuestión de que lo decidamos y tengamos la actitud adecuada y todos podríamos vivir en la misma situación de privilegio.

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