Hace unos días platicaba con algunas personas de como es que nuestro idioma español ha cambiado y como es que se ha ido transformando, es decir, palabras que antes eran insultos y maldiciones, ahora forman parte del diccionario de la Real Academia Española, y según entiendo, no es porque la Real Academia Española este mal o tenga un moral degradada, sino porque su trabajo es el documentar las palabra que son de uso común entre los hispano parlantes y punto.
Que interesante el darnos cuenta que nuestro idioma se ha corrompido y obvio, asi sucede desde hace siglos, el español «correcto» que conoció nuestra generación muy probablemente sea un español degradado a comparación de lo que conocieron generaciones anteriores y así sucesivamente.
Una de las palabras que ha cambiado su significado y que definitivamente se usa con mucha ligereza a diferencia de antes es la palabra «todo», recuerdo que cuando era niño, la palabra «todo» significaba un esfuerzo desde el momento de pronunciarla, mas ahora es tan fácil decir que solemos dar «todo» por aquella persona a la que decidimos amar, aunque un par de semanas después ya no la amemos y resulta que estamos mejor que al momento de amarla, que no se supone que si le dimos «todo» nos quedamos sin nada, ya que lo entregamos a esa persona?.
Así como ese ejemplo hay miles, a lo mejor el del amor es uno mas común y mas frecuente, pero yo veo diario a personas que reciben segundas, terceras, cuartas y quintas oportunidades para hacer algo bien, desde su trabajo, hasta una amistad, o que se yo y en cada ocasión prometen poner «todo» de su parte para que salga bien, cuando en realidad, no hacen mas que lo mismo ya que estamos acostumbrados a que nos den cada vez otra oportunidad.
Lo que no nos damos cuenta, es que cada vez que recibimos otra oportunidad, también recibimos una oportunidad limitada, es decir, una oportunidad que no es auténtica, ya que es reciproca a nuestro nivel de compromiso, es decir, no recibiremos «todo».
La cita de hoy me gusta, como muchas otras, esta en especial ya que es un recordatorio acerca de porque no recibo algo de parte del Padre cuando lo anhelo, cuando lo necesito, cuando lo busco, y la respuesta por lo general es que no estoy tomando el Reino de los Cielos con seriedad y es por eso que no lo arrebato.
Hace unos días recibí un correo de una persona que me preguntaba que es lo que necesitaba para asegurar el arrebatar el Reino de los Cielos para su vida, a lo que respondí que tenía que entender como era que honraba a Dios con cada cosa que le pedía, es decir, tenía que dejar de pedir solo para ella y sus deleites, y tenía que pensar como un «todo», ya que todo lo que recibimos en la tierra, tiene a su vez una repercusión en el Cielo, ya que la palabra promete que aquello que atemos en la tierra será atado en los cielos y también lo que atemos en los cielos será atado en la tierra, pero para lograrlo tenemos que entender el «todo».
La cita de hoy habla que el mercader encontró una perla de gran valor y fue y vendió «todo» lo que tenía para comprar la perla, ya que comprendía que la perla era algo que valía la pena tener y que estaba rodeada de beneficios.
Dios anhela bendecirnos y lo hace todo el tiempo, pero por lo general nos conformamos solamente con las migajas de lo que podemos recibir, ya que no estamos dispuestos a dar el «todo», tenemos versiones reducidas de nuestro «todo» que es lo que entregamos de vez en cuando, por lo que recibimos proporcionalmente a lo que damos y no porque Dios así lo quiera, sino porque estamos acostumbrados a recibir poco, no dimensionamos la perla y no vemos su valor, ya que no queremos verlo ya que nos puede significar nuestro verdadero «todo».
El objetivo del devocional del día de hoy es que reflexione acerca de su nivel de entrega y compromiso con Dios, reconozca que su «todo» no es verdaderamente «todo» lo que tiene y cuando haya dimensionado su verdadero todo, no se fije en cuanto le costará darlo, sino en cuanto es lo que puede recibir por dejarse a sí mismo a un lado y entender que su todo va mas allá de usted mismo.