Hay muchas cosas que hacemos diariamente y no entendemos porque las hacemos, simplemente son parte de nuestra rutina, simplemente son parte de una tradición, simplemente así han sido desde siempre, eso me lleva a recordar una historia que mi Mamá me contó hace tiempo:

Había una Madre que estaba por cocinar un trozo de carne de res en la olla de presión, y antes de meter la carne a la olla, corta una punta del trozo y la mete por separado, al ver esto su hija, le pregunta que porqué lo hace de esa manera, a lo que la Madre le responde que así lo ha hecho siempre, que así lo aprendió de su Madre, al meditar en ello, se da cuenta de que nunca ha sabido porque lo hace, por lo que decide llamar a su Madre a la vez y preguntarle el porqué le cortaba una punta al trozo de carne antes de ponerlo en la olla de presión, a lo que la madre responde que no sabe, simplemente así lo aprendió de su Madre, y siempre pensó que era parte de la receta, por lo que ambas deciden preguntarle a la Abuela la razón de esta costumbre de cortarle una punta a la carne, unos días después van a visitarla y aprovechan para preguntarle e incluso una de ellas pregunta si es una receta que mejore el sabor de la carne, a lo que la Abuela ríe abiertamente y aclara, que cuando ella era joven y recién casada, el dinero en casa era escaso, por lo que tenían una olla de presión pequeña, por lo general el trozo de carne era muy grande para la olla, por lo que tenía que cortar una punta y meterlo en la parte superior para que cupiera todo en la olla y se cocinara…

Increíble pensar que por generaciones estaban haciendo algo que no tenía sentido ni justificación, solo lo habían visto hacer a su Mama respectivamente y lo habían adoptado como un hábito familiar y generacional.

Así y de esa manera suceden las cosas en la tierra en la que habitamos, solemos recibir una recompensa de acuerdo a nuestro esfuerzo, somos un pueblo que entiende que las cosas se miden cuantitativa mente y cualitativa mente, no solemos esforzarnos mas allá de lo que pensamos o pretendemos recibir, o bien, no toleramos recibir menos de lo que creemos que es justo de acuerdo a nuestro esfuerzo y la manera en la que lo percibimos y esto sin entenderlo, simplemente siempre ha sido así, es parte de nuestra costumbre y nuestra rutina de vida, pero no entendemos de donde viene.

Afortunadamente en el Reino de los Cielos las cosas son de otra manera, y no es hasta que lo entendamos que seremos capaces de recibir sus beneficios, en el Reino de los Cielos no recibiremos el favor de Dios porque hayamos pasado largos momentos de oración, ni porque hayamos viajado kilómetros con corcholatas en las rodillas, y aun mas importante, no necesitamos pagar con hechos o acciones aquello que Dios haya hecho por nosotros, en el Reino de los Cielos, todos podemos aspirar exactamente a lo mismo, a todo aquello que promete la Biblia y no porque tomemos cierta actitud o dejemos de hacer «x» o «y» cosa, sino simplemente porque agrademos el corazón de Dios, y para eso no hay receta, simplemente tenemos que ser honestos con El y hablarle desde lo mas profundo de nuestro ser, y mostrar lo que hay en nosotros y ponerlo a su disposición.

Ayer Dios me habló fuertemente y terminé muy emocionado, a temprana hora desayuné con una gran amiga que hacía años que no veía ya que vive en Chile, la cual me daba testimonio de lo que Dios ha hecho en su vida y del favor que ha derramado en ella y su futuro esposo (se casan este viernes próximo), mas tarde platicaba con otro buen amigo en la noche al son de un buen café, el cual me platicaba como fue que conoció y conquistó a su esposa, lo cual me animó mucho, ya que me di cuenta de una cosa, que no importa que mi amigo se haya casado a una edad mucho mas joven que yo, y que no importa que mi amiga y su prometido tengan años en su proceso para casarse, que yo puedo vivir las mismas y mejores cosas en mi experiencia para casarme sin importar la edad o el tiempo en el que lo haga.

Así funcionan las cosas en el Reino de los Cielos, como en la parábola de la cita de hoy, Dios tiene una recompensa por entregarle nuestro corazón, todos podemos aspirar a lo mismo, sin importar si lo hicimos desde pequeños o lo hacemos 2 minutos antes de morir, la recompensa es la misma, la vida eterna y por mientras esta llega, podemos vivir como en aquel día llenos de los beneficios de ese Dios que no mide cuanto y de que calidad nos esforzamos por El sino que su medida es que hayamos dispuesto nuestro corazón a El.

Esta mañana le invito a meditar en ello, para que pueda quitarle la medida a sus esfuerzos y deje que Dios le recompense de la manera que El lo quiere de acuerdo a su corazón dispuesto y no de acuerdo a si usted es «bueno» y lo mucho o lo poco que se esfuerce por hacer «cosas buenas», en cuanto lo haga, se dará cuenta de cuantas cosas se había usted perdido de recibir de la mano del Padre, por el hecho de estar cuantificando su esfuerzo para ser bendecido.

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