Es fascinante entender que este mundo en el que vivimos tiene una lógica completamente distinta al Reino de los Cielos y que lamentablemente solemos vivir de acuerdo a la lógica del lugar donde vivimos y no de acuerdo a la lógica, el orden y el entendimiento del lugar de donde venimos, es decir, esta tierra en la que habitamos es territorio del enemigo (Satanás, el Diablo o como quiera usted llamarle) y tiene una lógica de acuerdo a su conveniencia y a su propósito que es el asegurar nuestra perdición y muchas veces la seguimos en nuestro diario caminar.
En la vida cotidiana, las personas suelen pedir a Dios, piden bendición, piden provisión y muchas otras cosas, y con ello tienen la idea de que oran, cuando en realidad eso dista mucho de orar, ya que para orar hace falta tener intimidad y le aseguro que usted no pide algo cada vez que ve a una persona con la que tiene intimidad o si?, en realidad tiene mucho que platicar con esa persona con la que tiene intimidad, antes de incluso atreverse a pedirle algo, en el Reino de los Cielos es exactamente igual y no porque esté mal pedir, sino porque el propósito de Dios es otro.
En el Reino de los Cielos y a causa de nuestra intimidad con Dios, Dios lejos de darnos algo, nos confía lo suyo, es decir, pone en nuestras manos su Reino y simplemente se desentiende de aquello que ha puesto en nuestras manos confía en que lo administraremos y lo haremos crecer, para que como en la parábola, lo hagamos crecer y multiplicarse, para que el día que El regrese, podamos rendirle cuentas de ello y podamos después como verdaderos coherederos tomar posesión, no solo de lo que Dios nos da, sino de lo que hemos administrado y hecho crecer con la sabiduría que hemos aprendido de nuestra intimidad con el Padre.
En cientos de ocasiones me ha tocado hablar con personas que dicen pasar largas horas en presencia de Dios preguntando el porqué su bendición no llega, el porqué sus oraciones parecen no ser escuchadas, en la mayoría de las ocasiones, mi respuesta ha sido similar, ya que lejos de entrar en presencia del Padre con actitud de Mayordomos que podemos ser confiados con poner el Reino de los Cielos en nuestras manos, actuamos como Hijos inmaduros que reclaman lo que según nuestro entender nos corresponde o rogamos por algo que sabemos en nuestro interior que no nos corresponde, pero que confiamos que por repetición e insistencia recibiremos.
Dios nos ha dado a todos la capacidad y los talentos necesarios para ser Mayordomos de su Reino, El es el primero interesado en que disfrutemos de las Riquezas (en todos los sentidos) de su grandeza y su gloria, pero es nuestra decisión el tomar o no ese papel de verdaderos Mayordomos, de tomar ese Reino y sus privilegios, sabiendo que no son nuestros y que antes de dedicarnos a disfrutarlo, tenemos la enmienda de administrarlo, multiplicarlo y tener siempre las cuentas claras de lo que entregaremos al Padre, es decir, si Dios nos ha dado dones, que es lo que hemos hecho con ellos, para gloria de El, si nos ha dado sabiduría, como es que la hemos aumentado y la hemos sembrado en otros, si tenemos fe, como es que hemos creído en grandes cosas y observado verdaderos milagros, y como es que hemos ayudado a otros a tener fe, y lo mas importante, como hemos usada esa fe en otros, antes de descartarlos, si El nos ha dado bienes materiales, como es que los aumentamos, los distribuimos entre los que menos tienen y aun así hemos hecho crecer lo que nos dió?, espero que como a mi, le quede claro que todo aquello en lo que esperamos y aun no recibimos es por la sencilla razón de que aun no tenemos esa actitud de Mayordomos y Dios aun no puede confiarnos esa parte del Reino que estamos anhelando obtener en vez de anhelar administrarla.
Es mi oración que usted como yo tengamos pronto esa conciencia de lo que es la Mayordomía para que podamos vivir, administrar, multiplicar y disfrutar plenamente del Reino de los Cielos mientras aun vivimos en este mundo, para que como Mayordomos, podamos hacer la diferencia y comportarnos como nuestra naturaleza lo indica, como seres de otro mundo del mundo en el que Dios habita.