Eclesiastés 5:1-2 (Reina-Valera 1960)
Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal.No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.
Hace algunos meses tuve una larga platica con Wayne y Shelly y me dijeron algo que hasta la fecha me ha dejado marcado, en esos días me encontraba en un problema existencial de esos en los que solemos meternos nosotros mismos y que pareciera que somos nosotros los que no queremos salir de ahí, recuerdo haber ido a la presencia de Dios una y otra y otra vez y me desgastaba en poner mis ruegos delante de Él pero siempre tenía la sensación de que algo faltaba, al ir a pedir consejo con mis amigos me dijeron, solo siéntate delante de Dios y pregúntale a El que es lo que quiere en esta situación.
Esta respuesta me dejo helado, porque por un lado ya la sabia pero por el otro lado no la esperaba, había de nuevo entrado en una rutina en la que en mis conversaciones hablaba yo y suponía que El escuchaba, pero había por una temporada olvidado por completo el hecho de que El como cualquiera anhela un dialogo.
Ayer me fue recordado esto, y me di cuenta de que cierto es, cuando llegamos con Dios o a donde creemos que estamos en su presencial, empezamos a hablar, y hablar y a hablar y cuando escuchamos lo que decimos y de repente no hace sentido, nos damos cuenta que tampoco tenemos mucho que decirle a Dios o bien nos damos cuenta de que no seriamos merecedores de aquello que pedimos, nos sentimos culpables y empezamos a hablar aun mas, nos justificamos y sin darnos cuenta en algunas ocasiones ya estamos incluso comprometiéndonos a hacer cosas que nadie (incluido Dios) nos pidió y estamos pagando con sacrificios algo que no nos fue requerido.
La cita de hoy nos habla de que debemos de parar y hacerlo diferente, ya fueron muchas nuestras ocasiones delante de Dios hablando como merolicos, tenemos que aprender a serenar nuestra alma para que de paso a nuestro espíritu y este pueda escuchar aquello que Dios nos tiene que decir, aunque le parezca difícil de entender, Dios le puede y le va a hablar si usted lo permite.
Mi invitación de esta mañana es a lo siguiente, busque o compre un disco de música de adoración instrumental, úselo como acompañamiento de su oración y aprenda a orar con paz y con calma, tal vez al principio le de sueño e incluso se quede dormido, pero no es para que se sienta mal, es parte del proceso de aprender a callar, estamos tan acostumbrados a hablar todo el tiempo que cuando no hablamos aunque sea mentalmente nos quedamos dormidos; vera como poco a poco usted aprenderá a tener ese verdadero vinculo con Dios y en menos de lo que imagina estará recibiendo palabra de la misma boca de Dios.
Rene Giesemann
giesemann@gmail.com
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