Colosenses 3:2 (Reina-Valera 1960)
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

Hace un par de días volaba de regreso a casa y no podía dejar de ver por la ventanilla del avión y pensaba: «No tengo idea de a dónde voy, no tengo idea de en donde estoy, pero qué bueno que los pilotos del avión si saben», en eso llego la sobrecargo a ofrecer una botana y a anunciar la película del vuelo antes de servir la comida, a lo que tuve que pensar de nuevo «qué bueno que ya alguien se hace cargo del rumbo del avión».
Mirar por la ventanilla de un avión en pleno vuelo es como echar una mirada al futuro, por más que intente uno ver algo, solo puede ver uno 3 cosas, nubes, tierra o el mar dependiendo del destino al que nos dirijamos, pero fuera de eso no podemos distinguir absolutamente nada de nada, y tenemos solo que confiar en que los que van al frente del vuelo tienen el control de nuestro destino.

Cuando abordamos un vuelo y las condiciones del clima no son las adecuadas, es muy común que los pilotos hagan un aviso de que habrá turbulencias y que mantendrán el aviso de cinturón abrochado prendido todo el tiempo, y dan una serie de recomendaciones para que el viaje sea mas cómodo, siempre finalizan con una frase como «haremos lo posible para que su experiencia de viaje sea lo más placentera posible», pero en ningún momento prometen que no habrá turbulencias o que se desviaran y darán la vuelta por el otro océano para evitar nuestra incomodidad, de hecho su trabajo es llevarnos sanos y salvos a nuestro destino, no evitar las turbulencias, en este momento me viene a la mente un vuelo que hice con parte de mi familia a Toronto donde pasamos más de 3 horas continuas de turbulencia y uno de los pasajeros quería un reembolso ya que a las sobrecargos les había sido imposible servir los alimentos!, imagínese!.

Cuando invitamos a Dios a nuestras vidas, no es diferente en lo absoluto, lo podemos invitar como El indica a ser el piloto de nuestras vidas, y nos llevara a donde necesitamos ir, pero al igual que yo hice en mi pasado vuelo, tenemos que confiar en que El si sabe a dónde vamos, aunque nosotros no lo veamos claro, en el camino pueden pasar muchas cosas, así como a mí las sobrecargos del vuelo me consintieron y me dieron una frazada cómoda para dormir y me sirvieron una botana y alimentos, así mismo Dios nos puede enviar toda clase de bendiciones a lo largo de este viaje, pero también así como hay turbulencias que nos pueden quitar la paz y nos pueden asustar por horas en un vuelo, puede haber problemas en nuestra vida, Dios en  ningún momento ha prometido que no los tendremos, pero al igual que los pilotos, en su palabra anuncia que hará lo posible para que nuestra experiencia sea lo menos dolorosa posible, solo tenemos que confiar en El, como confiamos en los pilotos, imagínese que alguien tratara de ir a la cabina de pilotos a decirles como deben de volar!, pues es así de ridículo cuando tratamos de decirle a Dios como nos bendiga o por donde nos lleve no lo cree?.

Esta mañana mi invitación es la siguiente, súbase al avión de Dios y déjese llevar por lo alto, asómese por la ventanilla y dese cuenta que no sabe exactamente donde esta pero confíe en que va en el buen camino, ya que afortunadamente el control no lo tiene usted, disfrute de las maravillas de Dios que ve por esa ventanilla espiritual y disfrute su camino, si voltea de nuevo a la manera de hacer las cosas con sus propias fuerzas, entonces solo tendrá los mismos problemas de siempre y corre el riesgo de culpar a Dios por algo que no ha hecho ya que usted no le ha dado entrada.

Rene Giesemann
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