Gálatas 3:26-28 (Reina-Valera 1960)
Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.

No sé si le haya tocado que le digan o a usted decir «tú que estas más cerca de Dios, ora por mi», o «a ti que Dios si te escucha», a mi desafortunadamente en muchas ocasiones me lo han dicho, y no es que no quiera orar por las personas, al contrario es un privilegio, pero digo desafortunadamente por la situación en la que están estas personas que no entienden que en su situación de problemas, en su situación de no sentirse dignos y en su situación de reconocer que no han hecho lo suficiente para estar cerca de Dios, están en el mejor de todos los momentos para levantar sus ruegos delante del Padre para que los escuche, es en ese mismo instante en el que pueden ser cambiados de criaturas de Dios a hijos y recibir el favor de lo alto en toda su extensión y con resultados incomparables para el resto de su vida.

Recuerda la parábola del hijo prodigo?, (Lucas 15:11-24), es aquella donde un hijo pide su herencia a su padre y va y la desperdicia y termina comiendo de las algarrobas de los cerdos y es entonces que decide regresar a casa de su padre, lleno de vergüenza y con gran hambre y necesidad pide a su padre la oportunidad de regresar, no como hijo, sino como jornalero, pero es entonces que el padre ve su corazón arrepentido y le dice que no lo recibirá como jornalero, sino como lo que fue nacido, como hijo y le pone las ropas de hijo e incluso un anillo de honra en su mano para que sea reconocido como la posición que su padre le dio y no como aquel que tomo lo que aun no le correspondía y lo desperdicio.

La parábola de el hijo prodigo me llama la atención ya que empieza por mencionar que el padre tenía 2 hijos y esto es para dejar muy claro que cuando el hijo prodigo regreso a casa, ambos hijos eran iguales de nuevo no había diferenciación aun cuando el hijo prodigo había ya tomado su heredad.
Cuando el hijo prodigo regreso a casa, el padre organizo una gran fiesta, así mismo la palabra de Dios promete que cada vez que alguien decide recibir a Cristo en su corazón, hay gran celebración en el cielo y que el festejo tiene lugar alrededor del trono de Dios ya que un hijo que andaba perdido regresa a casa a tomar el lugar que le corresponde como hijo sin importar donde andaba ni lo que hizo por mientras andaba ausente.
Es precisamente eso lo que nos enseña la palabra de hoy, una vez que decidimos ser hijos, todos somos iguales, no hay uno que este más cerca de Dios que el otro, o a uno que escuche más que a otros, y no por ir mucho a la iglesia o por recitar citas bíblicas de memoria somos más amados por el Padre unos que otros, no, todos somos hechos hijos a la misma estatura con los mismos beneficios por medio del sacrificio de Cristo, su muerte en la cruz y su resurrección al tercer día nos dan esa garantía que al llegar delante del Padre con un corazón arrepentido, así como el del hijo prodigo, seremos perdonados, vestidos con ropas celestiales y puestos en el lugar especial.

Si usted ya en alguna ocasión recibió a Cristo en su corazón y luego se alejo, este es un recordatorio del lugar que le fue dado, solo tiene que tomar conciencia de quién es y lo que ha fallado y tomar de nuevo su lugar de hijo, y si usted nunca ha invitado a Cristo a su corazón o no está seguro de haberlo hecho, este es el momento perfecto, busque un momento a solas, no tiene que ser mucho tiempo y haga una oración parecida a esta:

Amado Padre, hoy me doy cuenta que tengo la oportunidad de estar cerca de ti y no la he tomado, pero quiero que eso termine, reconozco que he pecado, pero sé que tu puedes perdonar, te pido que lo hagas, te invito a que habites en mi corazón, te invito a que gobiernes mi vida y que me hagas hijo, quiero gozar de los beneficios de tu sacrificio en la cruz y gozar de las garantías de tu resurrección, amado Dios dame la oportunidad de ser hijo, pero enséname también a comportarme como tal, te reconozco como mi salvador y quiero tener esa vida de la que todos hablan, en el nombre de Jesús te acepto y hago un compromiso de seguirte el resto de mis días, amen.

Si usted hizo esta oración por primera vez, le felicito, ha tomado la mejor decisión de su vida, a partir de hoy no es diferente a nadie, por el contrario, ha dado el primer paso para acercarse a Dios y parecerse cada día mas a Cristo que es a lo que fuimos enviados a hacer, bienvenido!.

Rene Giesemann
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