El pasado fin de semana tuve la oportunidad de acompañar al altar a uno de mis mejores amigos, y en el trayecto de mi viaje a su boda y durante mi estancia en aquel lugar no pude evitar el pensar cuantas cosas hemos pasado juntos y como hemos disfrutado tanto los momentos buenos como aquellos que no lo han sido, y digo hemos disfrutado por que ha sido muy gratificante el tener a un amigo que este dispuesto a escuchar y aconsejar en los momentos difíciles, así como alguien que verdaderamente se goza cuando estamos bien, es como si nuestros corazones estuvieran alineados y en una sola frecuencia a causa de nuestra amistad, al grado que al momento mismo de esperar a la que ahora es su mujer en el altar podíamos reír y hacer bromas sobre lo que le venia.

El tener una amistad me ha hecho reflexionar sobre mi relación con Dios, sin duda El esta ahí en mi vida todo el tiempo, por un lado por su misericordia y el favor que ha tenido para con mi vida y las promesas que tiene para mi, de que nunca se alejara, mas no estoy seguro de que este siempre ahí por el trato de amigo que yo le he dado.

Normalmente tomamos en cuenta a Dios en nuestros momentos difíciles o cuando necesitamos algo, le pedimos al grado que pudiéramos esperar que fuésemos los primeros en la fila y que guardaremos un lugar especial a un lado suyo para cuando le necesitemos, pero es una realidad que en los momentos buenos no le tenemos tan presente como cuando le necesitamos, por ejemplo, ¿cuando ha dormido usted muy bien y ha descansado? ¿se ha percatado de la mano de Dios en ello y le ha agradecido?, si lo hace, le felicito, pero si no lo hace, le recuerdo que como dice la palabra de hoy, en todo tiempo ama el amigo, y Dios tiene la intención de serlo, El quiere ser su amigo y bendecirle, consolarle y ser parte de si todos los días, aun de los eventos pequeños y que no tienen gran relevancia, hágalo parte de ello.

Por que no se da usted la tarea de experimentar a Dios como un verdadero amigo y saborear su verdadero favor, dejar de tener un Dios ajeno y temible y empezar a tener un Dios que  escucha cada palabra que decimos y nos permite sentir el latido de su corazón.

Empecemos nuestra semana declarándolo nuestro amigo: Padre en esta mañana, quiero agradecer tu presencia en mi vida y tengo que reconocer el hecho de que no he sido recíproco en mi amistad para contigo, mas hoy, es mi anhelo el ser aquel que alegre tu corazón cuando pienses en mi, que seas parte de mi diario acontecer y que tu misericordia se manifieste en todo momento en mi, ayúdame a hacerte parte de todo, para que por consecuencia tu mano se vea manifiesta en todo lo que emprenda, en el nombre de Jesús, amen!

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