Es interesante pensar que cuando en temas de fe decimos “eterno” por lo general pensamos en algo que sucederá a partir del día que muramos, pues de alguna manera nos es difícil visualizar cosas constantes y permanentes en nuestra vida cotidiana.
Los medios y las modas nos han enseñado a pensar que lo único constante es el cambio, pero no nos hemos detenido a reflexionar en el hecho de que el cambio y la evolución no son lo mismo, es decir, el cambio nos indica que algo deja de ser de una manera para ahora ser de otra manera muy distinta, mientras la evolución nos dice que algo que ya es, crece y se va transformando sobre el fundamento de algo que no cambia y se perfecciona hacia una meta trazada, pero no pierde su esencia.
La Biblia nos habla sobre lo eterno, es decir sobre cosas que nunca empezaron, pero tampoco acabarán, pero eso dista mucho de pensar que las cosas son estáticas, por el contrario las cosas del Reino de Dios nos llevan a una constante evolución, no en vano la Biblia nos dice deja claras declaraciones como “el que comenzó la buena obra, la perfeccionará” (Filipenses 1:6), y también la Biblia nos revela que Dios hace cosas nuevas todos los días y que hará cosas que ojo no a visto ni oído escuchado, pero eso no nos dice que las cosas que eran van a cambiar, sino que vamos a crecer a una dimensión que no conocíamos y que llegaremos a niveles que no habíamos llegado.
Vivimos en la época de lo desechable y de lo pasajero, pero debemos de recordar que no somos parte de este mundo y por tal no es nuestro papel vivir de la misma manera que nuestro entorno se desenvuelve, es nuestro papel ser la constante y los representantes de lo eterno, pero también es nuestro papel el no dejar de crecer y no dejar de desarrollarnos, siempre con los ojos en la meta de permitirle a Dios llevarnos a la estatura de aquel al que llaman el varón perfecto, es decir hasta que llegamos a la estatura perfecta de Yeshúa (Jesús).
Por tanto nuestra vida de fe debe de tener 2 dimensiones importantes, la primera nos debe de llevar una memoria perfecta en la que logremos tener siempre en mente cada milagro que Dios ha hecho en nuestra vida y alrededor de nosotros, de modo que cuando las dificultades aparezcan, recordemos esa característica de la eternidad de Dios, es decir, si ya lo hizo una vez, no lo dejará de hacer, no con la idea de llevarnos a donde estábamos, sino con la idea de que seamos fortalecidos en la fe y con la idea de que no dejemos que nuestro entornos nos abata, sino por el contrario, que caminemos confiados a causa de los testimonios que tenemos a causa de que hemos visto su mano en nuestra vida.
Segundo debemos de caminar confiados en lo que ha de venir, pues hay una serie de promesas (más de 2,000) específicamente dedicadas para aquellos que creemos y que cada una de ellas tiene una fecha de cumplimiento y un requisito de fe para que se hagan realidad en nuestra vida, de manera que no solo debemos de creer en que buenas cosas nos habrán de suceder, sino que debemos de estar más que confiados a que los milagros son una constante en nuestra vida y que Dios en cada ocasión habrá de superar aquello que hizo en el pasado, pues así como nuestra fe crece, su efecto multiplicador se hace presente en nosotros.
No le parece fascinante?, lo irónico es que hemos aprendido a tener una fe que nos permite sobrevivir y administrar lo pequeño, lo escaso y lo mínimo, siendo que Dios pretende ser abundante, constante y vasto en nosotros y por medio de nosotros, solo que no nos hemos permitido verlo.
La cita de hoy nos habla de esa dimensión de la fe, para que caminemos hacia adelante siempre con la certeza de que Dios ha hecho cosas que no dejará de hacer y que siempre habrá de superar y con la visión de caminemos confiados que hay muchas promesas que aún están por cumplirse y que Dios espera que nos dejemos sorprender por cada una de ellas, sin embargo llevan el mismo tono y el mismo propósito.