Existe una marcada diferencia entre dar gracias y ser agradecido, pues el expresar una palabra por educación dista mucho de tener un corazón agradecido ó hacer notar lo verdaderamente agradecidos que estamos.
En muchas ocasiones solemos decir “gracias” pero también en muchas ocasiones lo hacemos en “automático”, es decir es parte de nuestro léxico y puede llegar a ser que en realidad nunca apreciamos verdaderamente aquello que se hace por nosotros ó se nos da, aunque lo hayamos dicho como tal.
El ser agradecido tiene que ver con el hecho de reconocer lo que se hizo por nosotros y lo que se nos dio de manera que estemos dispuestos a vivir de acuerdo a ello, a hacer una diferencia y a reconocer lo que recibimos.
La cita de hoy nos habla de Samuel el profeta, quien era el hombre quien Dios había escogido para hablar al pueblo y gobernar sobre el, de modo que había sido separado desde antes de nacer para ello y de cierta manera aislado desde su educación, al grado que dormía a los pies del arca del pacto donde nadie más tenía acceso, pero no lo hacía por mérito propio, lo hacía pues Dios así lo había decidido y Samuel agradaba a Dios con ello, posteriormente Dios decidió hablar a Samuel y mostrarle lo que habría de sobrevenir al pueblo de Israel y le daba instrucciones por medio de su siervo, no porque su siervo hubiera podido hacer algo para provocarlo, sino porque Dios así lo había decidido, de modo que Samuel consciente de ello, llevaba una vida de constante agradecimiento y pudo poner una piedra, como señal de ello, es decir una marca que hacía reconocer la diferencia entre el mérito propio y la gracia y el favor de Dios.
Muchas personas “sospechan” que Dios hace cosas por ellos, porque luego se encuentran en una posición de favor ó porque las cosas “se les van dando”, pero aunque dan gracias, no tienen una actitud agradecida porque en realidad eso “bueno” que les pasa no lo entienden en su corazón como que viene de parte de Dios y no entienden que Dios mas que alguien bueno en realidad es la fuente de todo poder y bondad para su vida.
Eso justo hace la diferencia, cuando aprendemos a ver a Dios como la fuente de todo lo bueno y lo específico que nos puede venir, cuando aprendemos a pedir cosas específicas que no podemos hacer y a las cuales no tenemos acceso y las recibimos de manera sobrenatural y única para tener que reconocer la autoría de Dios en ello y cambie nuestra manera de actuar y de hacer, que reconozcamos ese Ebenezer en nuestra vida y actuemos en consecuencia.
Dios lejos de ser alguien bueno, es alguien que quiere todo para nosotros, no se ha conformado con solo una parte, es decir, Dios pretende ser parte de nuestras finanzas, de nuestra salud, de nuestras relaciones, de nuestro trabajo y de todo aquello que nos rodea, de modo que podamos verle en todo y en vez de ser alguien anónimo que haga cosas aisladas por nosotros para que “sospechemos” que está ahí, desea hablarnos por anticipado y enseñorearse de cada situación de manera que dependamos de su voz y vivamos con la constante garantía del éxito en nuestras vidas.
Existen 2 citas que considera clave en la vida de cualquier hijo de Dios, Josué 1:8 y Salmos 1:1-3, nos hablan del éxito, pero sabe, tienen como condición el conocimiento y nuestro interés en la palabra de Dios y sabe por qué?, porque con ello sabremos distinguir entre las casualidades, la buena suerte y el favor de Dios, de manera que cuando recibamos el tercero, podamos hacer una pausa en nuestro caminar, podamos detenernos sabiendo que así como Dios ha provisto, así también dará espacio para su gloria y reconocerle en medio de nuestra vida entendiendo que nuestra intimidad con Él tiene más peso y más importancia que lo que el mundo nos enseña y nos demanda, de modo que podamos mostrar nuestro agradecimiento y no solo nuestra gratitud haciendo una diferencia en nuestra manera de actuar y ser como Dios es.
Así hizo Samuel, hizo una pausa en su caminar, se detuvo y reconoció que nada de lo que le acontecía era parte de la casualidad y de la suerte y dio lugar a la honra a Dios, de modo que puso una piedra como testimonio de la innegable intervención de Dios, y así mostró su agradecimiento.
A veces a nosotros nos hace falta esto, el poner señales en nuestra vida para que no se nos olvide quien es Dios, para que no olvidemos su manera de proceder y dejemos de vivir con la falsa esperanza de recibir cosas “buenas”, sino vivir con la certeza de la constancia del Reino e Dios y de la visión de que el agradecimiento es parte esencial de nuestro acto de adoración.