Amar a alguien es una de esas cosas que por más que se digan, no tienen el mismo efecto y no se vuelven reales hasta que una persona decide tomar acción y demostrarlo, antes de eso, por mucho que se “sienta”, no tiene validez pues la persona objeto de ese amor no lo entiende como algo real, pues no se ha demostrado cual es el alcance de ese amor.

En otras palabras, no es lo mismo decir que amamos a alguien a mandarle flores, a hacer ese detalle que marque la diferencia, ese gesto que haga que la otra persona entienda que no es solo un sentimiento, sino una manera de vivir, de manera que esa persona decida hacer lo mismo y decida enamorarse y vivir una relación de amor con aquel ó aquella que está dispuesto a mostrar su amor y a respaldar sus palabras con hechos tangibles que tengan como resultado un amor recíproco, más no dependiente.

Pero si alguien decide amar a otra persona y sólo decírselo sin respaldarlo con obras, ese amor puede causar desprecio, indiferencia ó amargura.

Ss por eso que Dios entiende la fe como una expresión de amor, pues uno no puede creer en alguien a quien no conoce (Dios por ejemplo), y tampoco puede amar a quien no conoce, de modo que Dios mismo nos declara que la fe sin obras es muerta (Santiago 2:17), no podemos decir que creemos en Dios y que lo amamos, a menos que estemos dispuestos a demostrarlo con actos tangibles que den testimonio de nuestra fe, al grado que Dios nos asegura que sin fe, es imposible agradarle (Hebreos 11:6).

Muchas personas oran a Dios pidiéndole cosas todo el tiempo hasta que llegan a un punto que les remuerde la consciencia y deciden no solo pedirle cosas sino también agradecer y es donde la cosa se pone interesante, pues empiezan a dar gracias por cosas que no están seguras que vengan de parte de Dios, como el amanecer, la salud y muchas otras cosas, y no es que no pueda ser así ó que no se deba, pero en ocasiones sólo lo hacen porque lo creen correcto, pero en realidad no hay una intención de agradecer, sino de acelerar el paso del agradecer a regresar a pedir para poder por fin recibir eso que anhelan, lo ha pensado?

Y esto sucede de tal manera que deciden agradecer solo de labios y no con el corazón, pues Dios mismo espera que nuestro agradecimiento sea no una palabra, sino como el agradecimiento un acto, por eso lo llamó en su palabra “acción de gracias”.

Esto nos hace ver que no es lo mismo “dar” gracias que tener una actitud agradecida, pues la actitud agradecida nos abre las puertas a la presencia de Dios, nos hace alabar y adorar, pues tiene que ver con nuestra relación activa con ese Dios que no solo nos puede dar las cosas que pedimos sino es la fuente de todo bienestar que podamos tener ó experimentar y con esto no me refiero sólo a lo físico, sino a lo emocional y lo espiritual.

El agradecimiento es algo como la fe, nos mueve, nos genera actitudes, pero por mientras sea algo que solo salga de nuestra boca es algo que nos blanquea como un sepulcro, que está muerto por dentro, pero por fuera nos hace ver lindos, lo ha pensado?

Es por eso que la cita de hoy me emociona, si lo nota, el agradecimiento no viene solo, no es algo aislado, viene acompañado de una forma de vida que nos provoca no ser recíprocos, pero si observar las prioridades e intereses de aquel a quien agradecemos.

Nos encontramos en esa semana donde los amigos de Estados Unidos celebran la “Acción de Gracias” y creo que sería una celebración digna de adoptarse, pero no solo la última semana de noviembre, sino como parte permanente de nuestra vida, de modo que nos abra las puertas de la presencia de Dios y empecemos a observar su gran comisión como parte de nuestra manera de vivir y expresar nuestro agradecimiento al Dios que está vivo, pues reina y gobierna en nosotros, cómo ve?

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