Para muchas personas el conocer el futuro es algo esencial, les da seguridad y les genera la confianza para actuar firmemente sabiendo que las cosas les saldrán bien, construyen, invierten, se casan, ó simplemente hacen aquellas cosas que han planeado en su corazón a causa de la certeza de su futuro.
Lo interesante es que esa información acerca de lo que viene, puede venir de muchas fuentes distintas, muchos suelen usar amuletos, otros tantos acuden a adivinos y brujos, otros leen horóscopos y muchos se hacen de amigos influyentes que les abran paso para actuar con libertad y poder atreverse a aquello que anhelan.
El detalle radica en que todas estas fuentes pueden fallar, pueden tener un efecto efímero más no duradero y todas ellas son externas y ajenas a la persona que las busca, sin embargo son cómodas, pues es más fácil que alguien más les diga cómo ó cuando hacer algo a tener que arriesgarse, pero que sucedería si de pronto alguien desde nuestro interior nos hablara y nos diera instrucciones específicas acerca de lo que viene y de cómo llevar a cabo cosas que siempre tuvieran éxito?, lo tomaríamos?
Curiosamente, aquello que buscamos fuera de Dios, es lo que Dios nos promete y lo que Dios anhela compartir con nosotros, una visión de lo que viene en el futuro y un plan para lo que viene, el detalle es que no muchos estamos dispuestos a escucharle y a poner atención a aquello que cimentará nuestro futuro en la tierra y en la eternidad misma.
Para muchas personas el orar es algo complejo, pues cómo no tienen mucha idea de quien es Dios más allá de su toma pedidos y aquel ser tedioso que en su imaginación las limita de hacer todas las cosas “divertidas” de la vida, y buscan todo el tiempo que sea ese mismo Dios quien les dé cosas que saben de antemano que no les convienen, pero que aun así las quieren, sin darse cuenta que su oración es algo muy sencillo, es el hecho de silenciar nuestra mente, para que podamos escuchar al Dios que pretende habitar en nuestro corazón para decirnos qué hacer cómo asegurar que suceda todo lo que nos tiene prometido.
Esa es la diferencia entre quienes abren la Biblia de manera aleatoria para recibir una “respuesta” de parte de Dios y los que leen la Biblia, pues el que lee la Biblia tiene puesta su mirada en un todo que tiene sentido, congruencia y propósito, mientras el que solo busca “señales” tendrá paz y seguridad momentánea y estará sujeto al efecto de sus propios pensamientos.
El orar pudiera parecer difícil, pues normalmente oramos para conseguir una respuesta inmediata y específica, siendo que Dios pretende llenar nuestra oración de una visión constante, que nos ayude a tener efectos y frutos duraderos, que a lo mejor parecieran tener relación con lo que pedimos ó necesitamos en ese momento, pero que si ponemos atención son la garantía de lo que habrá de pasar.
Piense esto, Dios no en vano llenó la Biblia de historias repetitivas, todas las personas a las que se les acercó (pues el Él quien nos busca, no nosotros a Él), lo primero que hizo fue revelarles el futuro, es decir, llenó el silencio de su intimidad con una visión para lo que venía y lo que no dejaría de ser el resto de sus vidas, lejos de resolverles el instante ó el conflicto que les acosaba, y lo mejor es que no descansó hasta que eso que les mostró , se cumpliera.
De la misma manera debemos de cambiar nuestra oración, para que deje de perseguir objetivos inmediatos y sin seguimiento, para que podamos tener una fe continua y con propósito.
La cita de hoy es una gran promesa, note como nos invita a pedir, pero no nos promete una solución a lo que pedimos, sino una visión de lo que viene, de manera que entendamos que aun nuestros problemas son pequeños comparados con los planes que ya tiene para nosotros, ahora bien, nos toca la parte de poner en orden nuestros pensamientos, orar con la disposición de escuchar a Dios y tener una mente y un corazón abiertos para una visión de parte de Dios y no solo la respuesta a un capricho.
Ah! y otra cosa, orar tiene que ver con escuchar cosas sorprendentes y fantásticas, no con soluciones pequeñas y en ocasiones mediocres, si no oramos con esa expectativa ó bien con esa apertura, nos podemos estar perdiendo de los mejores detalles de Dios y corremos el riesgo de conformarnos con un constante “Dios por algo hace las cosas” siendo que solo nos conformamos con lo que no pasó, en vez de abrazar lo que Él tiene preparado desde la eternidad para nosotros.