Por alguna razón las personas confunden su tiempo de oración con el ir a pedir cosas a Dios, luego, cuando se dan cuenta de esto, el sentimiento de culpabilidad les invade y empiezan a dar gracias durante el tiempo que dedican a Dios y sucede que empiezan a dar gracias por cualquier cosa, la vida, el trabajo, la salud y las cosas cotidianas.

Y obviamente esto no esta mal, pero en realidad estamos agradecidos por levantarnos cada mañana?, en realidad entendemos el terrible resultado que pudiéramos tener a causa de nuestro pecado?, en realidad entendemos que la paga de cada mala palabra que decimos, cada mentira que contamos, cada falso que levantamos es digno de muerte? (Romanos 6:23)

Porque si lo pensamos detenidamente, el tener consciencia de que nuestro pecado merece muerte y vivir cada día, nos haría no solo orar dando gracias, sino nos haría vivir agradecidos y nuestra vida cambiaría, de modo que cada día pecaríamos menos a causa de esa consciencia, no lo ha pensado?, de modo que también nuestra oración debería de cambiar.

Y por favor, no lo mal entienda, no es mi intención el hacerle pensar que ora usted de la manera equivocada, sino el ayudarle a entender las cosas que la Biblia nos enseña para que pueda tener un mejor tiempo de intimidad.

La diferencia se encuentra entre entender la misericordia y la gracia de Dios, ya que con este entendimiento, nuestra misma oración llegará a otra dimensión y nuestra comunicación con Dios será increíble!

Entendemos por misericordia el que no recibamos aquello que merecemos por nuestro pecado, es decir el efecto de la sangre de Yeshúa (Jesús) en la cruz, Él pagó por nuestros pecados pasados y aún los que no cometemos, de manera que si vivimos conscientes de nuestro pecado y nos arrepentimos de corazón delante de Él, evitaremos siempre aquello que nuestra manera de vivir nos pudiera traer como consecuencia.

El problema es que vivimos enfocados en el pecado, esto quiere decir, vivimos pensando en lo que queremos hacer pero no debemos, vivimos pensando en las cosas que nos afectan y vivimos pensando en lo que sentimos, de modo que dependemos de la misericordia de Dios y solo nos pasamos evitando que el efecto de nuestro pecado nos alcance.

Sin embargo, la gracia de Dios, es el hecho de que recibamos cosas que no merecemos a pesar de nuestro pecado, es decir que Dios derrame cosas increíbles, pero a su vez tangibles y medibles en nuestra vida y que podamos entender que ninguna de estas cosas las habríamos podido generar ni con nuestras manos ni con nuestra oración siquiera, es el que el favor de Dios nos persiga así como lo promete el Salmo 23:6.

Es justo entonces, cuando entendemos de parte de Dios las cosas que nos son dadas y que no tienen que ver con nuestra oración, sino con su favor, que podemos empezar a dar verdaderas gracias que nos hagan entrar en sus atrios, no con agradecimiento, sino con verdaderas acciones de gracias, ya no con la culpa y el remordimiento de solo ir a pedir, sino con la consciencia de que le pertenecemos a Dios y que así como estamos agradecidos, estamos completamente dispuestos a obedecerle, porque entendemos que Él es la fuente de nuestro bienestar.

Lo nota?, no es ir a pedir a ver que es lo que recibimos y no es dar gracias por cualquier cosa, es el entrar a sus atrios, es decir el salir de nuestra comodidad e ir a su presencia a dar gracias porque reconocemos su mano en nosotros y porque la vida no es un regalo, sino es una oportunidad que recibimos para cumplir con su palabra y darle gloria por su intervención en nuestro diario vivir.

Le invito a que deje de orar como lo hace y ponga atención en las cosas que Dios hace en usted, si no las distingue tangiblemente, no se preocupe, lea su Biblia, y verá como ahí le serán descritas una a una, de modo que pueda usted despertar cada día asombrado de las cosas que Él ha hecho en usted.

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