Humildad… hmmm, creo que de esta palabra he encontrado tantas y tantas versiones diferentes, pero todas similares entre ellas, solo que distintas a lo que Dios tiene por concepto de éste término y aunque sé que muchos opinarán que esta introducción parece trabalenguas, es importante dejar claro que no nos podemos ir con la primer opinión ó versión de esta palabra, pues podríamos incurrir en pedir algo equivocado a Dios al intentar perseverar ser humildes.
Para muchos el ser humilde tiene que ver con el no presumir de lo que se tiene ó se puede, pero no tiene que ver con eso, pues aquel que es humilde y trata de esconder sus talentos ó capacidades también le roba la gloria a Dios, lo había pensado?, Dios hace cosas absolutas, espectaculares e inauditas todo el tiempo y las hace con la intención de recibir gloria por ello, de modo que no tenemos opción en lucir su favor, ah!, pero eso si!, siempre reconociendo la autoría de lo que tenemos, de lo que somos y de lo que hay en nosotros, para que no nos jactemos y nos entendamos siempre dependientes de la mano, del favor y de la gracia de Dios.
Siempre lo he entendido de esta manera, para poder ser humilde, hay que tener una vida gloriosa, si no, el término no luce, porque Dios no es modesto, y no espera que lo seamos nosotros tampoco, Dios es vasto, es suficiente y es eterno, nada de lo que viene de Él es escaso ni se agota, Dios no hace intercambios ni tiene motivos ocultos en nada de lo que hace, por el contrario, se deleita en revelarnos el futuro, para que sepamos qué esperar y no podamos robarle crédito por las cosas que suceden en nuestra vida.
Entonces?, por qué el ser humilde tendría que ver con lo poco y lo escaso?, el ser humilde tiene que ver con sabernos bajo autoridad, tiene que ver con el sabernos dependientes de Dios, pero también a su vez con la responsabilidad de representar dignamente su Reino, entendiéndonos como parte esencial de la obra de Dios, pero siempre bajo instrucción y con la intención de glorificar a Dios, ser humildes tiene todo que ver con lo vistoso, pero no lo propio, sino lo abundante del Reino de los Cielos reflejado en esta tierra.
Créame, esto no tiene que ver con el evangelio de la abundancia, tiene que ver con el dejar de luchar por cosas que no sabremos si obtendremos y si sabremos administrar y saber que Dios tiene preparado no solo cosas buenas para nosotros, sino cosas espectaculares para su Reino y ha planeado que seamos nosotros aquellos que decidimos nacer de nuevo los que multipliquemos cada una de esas cosas y las llevemos junto con la salvación de Cristo a todas las personas, para que vivamos el Reino de los Cielos aun desde esta tierra.
Por tanto, la siguiente vez que se piense humilde, piense primero si está bajo autoridad y dándole el crédito de su vida a Dios, y sabrá que algo más allá de su capacidad natural se ha activado, el fruto del Espíritu se ha desarrollado en usted y lejos de ser algo que se esconda, es colorido, vistoso y agradable a los ojos de aquellos que anhelan a Dios en su vida.