Estoy completamente seguro que en más de una ocasión usted se ha preguntado cómo es que debe de hacer para vivir en santidad y sabe, no es el único, todos hemos pasado por esa etapa en nuestra vida de fe, casi me atrevería a decir que es necesario que pasemos por ahí.

La mejor manera de empezar es por entender el concepto de santidad como Dios lo entiende y no como nos lo han enseñado o como creemos porque así lo entendimos o vimos a alguien más hacerlo de esa manera.

En lo tradicional, la santidad se entiende casi casi como un sinónimo de ser «buenos», cuando en realidad el concepto de santidad no tiene nada que ver con eso, pues primeramente es algo muy difícil de conseguir, no sin considerar que cada persona tiene su propio concepto de «bueno» de acuerdo a sus circunstancias y a su propio entendimiento, y por lo general la santidad también se relaciona con lo aburrido, ya que todas las cosas divertidas nos alejan de ser santos, siendo que tampoco tiene nada que ver una cosa con la otra.

Santo significa apartado, es decir, Dios es santo, pues teniendo el universo entero para poder ser creativo, decidió apartar su corazón para la tierra y poner al hombre en ella para poder dar a su unigénito para salvarlo y usarlo para establecer su Reino.

Por tanto santidad significa que tenemos la capacidad de apartarnos para Dios, pero no significa que caminemos sobre nubes y tocando un arpa mientras nuestros amigos se divierten haciendo cosas «prohibidas», santidad significa que enfoquemos nuestro tiempo, nuestra mente, nuestra atención y todo lo que somos en Dios, aunque sea por un momento, para que sea Él el importante y alrededor de quien giren nuestros pensamientos y sentimientos y no alrededor de nuestros problemas y nuestras necesidades.

Yeshúa (Jesús) entendía esto y por eso nos dejó un ejemplo muy claro y nos enseñó a orar adecuadamente preparándonos desde la santidad.

Note como la cita de hoy nos explica que tenemos que apartarnos (santificarnos) aun en lo físico para poder orar adecuadamente.

El problema es que luego perdemos la dimensión de la importancia de las cosas, vamos según nosotros delante de Dios quien se supone que es lo más importante para nosotros y lejos de admirarle, adorarle y pasar tiempo con Él, nos la pasamos hablando de nuestras carencias y nuestros problemas como si fueran más importantes que Él y tuviera obligación de resolverlas por el puro hecho de que hemos venido a verle, como si fuera un gran sacrificio para nosotros, en vez de un verdadero privilegio.

Es por eso que orar no tiene que ver con el pedir, ya que el que se santifica, se aparta para Dios, de modo que aun sus problemas no tienen cabida en la intimidad.

Acaso no nos enseña el Salmo 139 que no empezamos a hablar cuando Dios ya sabe lo que habremos de decir?, entonces, para qué llevamos tanta palabrería y tanta incertidumbre delante de Él?

Ahora entiendo a Pablo el Apóstol cuando nos reclama que hemos perdido nuestro primer amor, porque dejamos de ir a la presencia de Dios con la intención de ver a Dios y nos hemos acostumbrado a ir a anteponer nuestra necesidad y nuestra carencia a la honra que le debemos al Creador del Universo.

Creo que nuestro mayor problema es que no sabemos en realidad quien es Dios, por eso no le honramos y como no le conocemos, nuestro único tema en común somos nosotros.

El día de hoy le invito a hacer como Yeshúa (Jesús) nos recomienda, a buscar un lugar callado, privado, a solas, donde ni siquiera nuestros problemas nos acompañen y cuando aprendamos a adorar a Dios en la escasez y en la intimidad, Él se asegurará de recompensarnos en la abundancia y en lo publico, todo gracias a nuestro adecuado entendimiento de la santidad, que le parece?

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