Muchas personas se confunden cuando piensan en tener una relación con Dios, pues a menudo recurren a los atributos de Dios como un “amuleto» y asegurar su participación (la de Dios) en dicha relación y usan sus atributos como halagos en vez de reconocer quien es Él y que difícilmente encontraremos en todo el universo alguien o algo que se le compare a Dios.
Uno de los puntos más importantes a contemplar cuando pensamos en nuestra relación con Dios, es el tener bien clara nuestra identidad al momento de acercarnos a Él, pues no es que Dios sea elitista y no se junte con pecadores, sino que Él ya lo hizo todo lo que necesitamos para que nos podamos acercar y que lleguemos delante de Él en la identidad correcta a su imagen y semejanza.
Esto quiere decir lo siguiente, tenemos que vivir conscientes del pecado que hay en nosotros y que no importa cuantas excusas tengamos, somos nosotros los pecadores, segundo, que basta tan solo un segundo en verdadera y auténtica intimidad para quitar nuestro pecado y hacernos dignos para no solo entrar, sino permanecer en la presencia de Dios y tercero, que cada vez que entramos a la presencia de Dios, no vamos a pedir cosas, sino a ser transformados por Él para vivir una vida gloriosa como Él la planeó para nosotros desde un principios.
Por tanto debemos de entender cada uno de los principios bíblicos, para poder entender nuestra identidad y el papel que habremos de jugar en cada una de las situaciones de nuestra vida, ya que hay ocasiones que lejos de comportarnos como hijos con Dios, nos comportamos bastardos y lejos de entrar delante del Rey de Reyes, pareciera que entramos en casa de cualquiera que está ahí para servirnos y tolerarnos, pues al final de cuentas “Él nos hizo así”, siendo que con ello nos perdemos los beneficios de ser hijos y de estar en la presencia de Dios.
Pero como todo, hay que comenzar por el principio y jamás podremos ser hijos de Dios y comportarnos como tales si no hemos pasado por el ser ovejas.
Me encanta que Dios usa los ejemplos naturales (ya que Él se manifiesta por medio de la naturaleza) para expresar el como es que espera que sucedan las cosas entre Él y nosotros, y es justo por eso que se describe a sí mismo como Pastor y a nosotros como sus ovejas.
Las ovejas son animales hasta cierto punto limitados, no tienen mucho entendimiento, pero saben ser obedientes y guiadas, son animales dependientes y sobreviven de la confianza que depositan en su pastor, de hecho es impresionante ver como cuando dos rebaños de ovejas se mezclan, los pastores no tienen problema con ello, pues las ovejas de cada uno seguirán solo a su pastor y no a otro, pues reconocen su voz, tal como nos lo enseña la cita de hoy.
Por tanto, le pregunto a usted, reconoce usted la voz de Dios?, la ha escuchado, está usted dispuesto a dejar sus ideas propias y seguir a aquel que le va a llevar a pastos más verdes y más frescos?
Obviamente el secreto está en la voz, al día de hoy, hay demasiadas personas que no han escuchado a Dios y ni siquiera se imagina como es que habría de hablarle.
Y aunque Dios puede (si Él quiere) hablarnos audiblemente, no es tanto el cómo le escucharemos, sino el saber de qué temas nos habrá de hablar, para que si escuchamos a otro pastor que hable en un tono similar, lo reconozcamos por la diferencia del tono y el contenido de lo que nos dice.
Es precisamente por ello que Dios nos dejó su palabra, pues todo lo que tenga que decirnos durante esta vida y en esta tierra, tendrá que ver con lo que está escrito en la Biblia, de modo que aprendamos a escuchar su voz, a diferenciarla de la de otros pastores y sepamos de qué hablar con Él que no seamos nosotros.
Por tanto, antes que otra cosa, debemos entendernos como ovejas, e incluso si le es posible investigar acerca de su comportamiento y naturaleza, para que podamos saber como es que debemos de comportarnos al principio de nuestra relación con Él para que podamos posteriormente ser sus siervos, sus amigos, sus hijos y coherederos.