Los discípulos estaban atónitos ante las enseñanzas de Jesús, les hablaba de cosas que conocían y que habían escuchado, pero ahora con un enfoque nuevo y con una aplicación perfecta, aunque eran parábolas hacían sentido en sus corazones.
Jesús hablaba en parábolas y luego retaba a los que le escuchaban “el que tenga oídos para oír que oiga”, con esto escudriñaba el corazón de los que le seguían y podía evaluar hasta donde llegaba su enseñanza, pues aquellos que realmente entendieran habrían de propagarla.
Es interesante pensar como cada quien entiende lo que quiere cuando escucha algo, recuerdo perfectamente como cuando escuché por primera vez la parábola del sembrador, puse toda mi atención en la semilla y en la tierra, pero a su vez omití la importancia del título de la misma, éste no trata ni de la semilla, ni de la tierra, trata del sembrador y eso es algo que con frecuencia pasamos por alto y esto es lo que mantenía maravillados a los discípulos de Jesús.
Piense en esto, alguien que siembra, lo hace con la intención de cosechar algo, es decir, aquel que esparce trigo en un campo, espera después de un tiempo cosecharlo, y probablemente venderlo y vivir de ello, mas pocas veces entendemos al evangelio de la misma manera.
Los discípulos sabían que esta era una parábola profunda, por tanto quisieron asegurar no perderse de detalle alguno, y fueron con Jesús a que se las explicara y les dijo algo que tiene gran importancia hasta el día de hoy, les dijo “la semilla es el hijo del hombre”.
Cuando entendemos que la semilla es Jesús mismo y que tenemos la oportunidad de sembrarlo en todas partes y en todas las personas a nuestro alrededor, podemos entendernos a nosotros mismos como el sembrador de la parábola, es decir, podemos esparcir la semilla en muchos lugares que no de fruto y que no florezca, o podemos planear nuestra siembra y regresar después de un tiempo por una cosecha abundante.
El problema con los creyentes de actualidad, es que no pensamos como sembradores, estamos acostumbrados a las oraciones express y a los resultados express, por tanto las cosas que no suceden en nuestra vida, las entendemos como que no fueron voluntad de Dios, siendo que en realidad, no había una semilla que haya muerto y germinado para darnos ese fruto que esperábamos.
En otras palabras, es nuestro deber el sembrar a Jesús en todas partes, y no me refiero a solo a Jesús como salvador, sino a Jesus de acuerdo a su propia descripción (camino, verdad y vida), es decir, aquel que hace parte a Jesús de todos los aspectos de su vida, habrá encontrado una buena tierra para su semilla, la cual morirá, germinará y dará fruto a su tiempo, de manera que podamos regresar a cosecharlo y vivir de el.
Si lo planeamos adecuadamente, podremos sembrar todo el tiempo y cosechar todo el tiempo, de manera que vivamos tal como lo describe Dios en el Salmo 1.
Por si no le ha quedado claro, aquellos que no reciben nada de Dios o reciben poco y se conforman con ello, es porque no han entendido su labor como sembradores o bien han sembrado, pero lo han hecho como el sembrador de la parábola, sin un orden o sin un objetivo, pero piénselo de esta manera, si usted planea su siembra, tendrá una cosecha abundante, de manera que deje de pedir cosas a Dios todo el tiempo que no sabe si responderá.
La siembra es la garantía de la cosecha, todo lo que necesita es el agua (palabra de Dios) para que germine y crezca hasta que sea el tiempo de la cosecha y poder disfrutar de esa vida gloriosa que el Reino de Dios promete.