Soy una de las personas que aman conducir, el volante y yo estamos hechos el uno para el otro, pero sabe, tengo que admitir algo, últimamente he aprendido a disfrutar mucho el viajar como pasajero en el coche, he aprendido a disfrutar el paisaje y a observar todo aquello que normalmente no vemos cuando vamos conduciendo, es asombroso de cuanto nos perdemos por ir poniendo atención al tráfico y al resto de los coches.
De la misma manera me sucede a mi y a muchas personas al leer la Biblia, en ocasiones sabemos a donde vamos que nos topamos con citas conocidas y nos perdemos de aquellos significados importantes y profundos, que nos recuerdan cosas a veces básicas pero de una trascendencia sin igual, tal como la cita de hoy.
Quiero pensar que todos hemos al menos escuchado esta cita en alguna ocasión, yo la uso muy seguido para escribir devocionales, pero generalmente la relacionamos con nuestro comportamiento diario, con aquello que se escucha de nosotros con aquello que tiene que ver con las declaraciones que salen de nuestra boca, pero ayer platicaba con un buen amigo y al meditar en lo que platicábamos, encontré una dimensión interesante de esta cita.
Dios nos habla a lo largo y ancho de su palabra acerca del poder que puso en nuestra boca y por tanto de la autoridad que hay en nuestras palabras, que no solo afectan lo visible, sino también lo invisible, es decir, nuestra boca es si no el principal, uno de los principales instrumentos de nuestra fe, por tanto es por medio de ella que expresamos lo que hay en nuestro corazón y dejamos ver como está nuestra fe.
Esto se lo digo, porque podemos ser personas con un gran testimonio, podemos ser personas que siempre estén declarando palabra, y podemos ser personas que estén orando constantemente y sabe, ahí está el problema.
A veces oramos y oramos y oramos y lo único que sucede es que dejamos ver que nuestro corazón está lleno de duda, de temor, y de impotencia, por ello tenemos esa necesidad de ir constantemente delante de Dios a pedirle algo que no sabemos si lo hará o no, algo que lejos de parecer un acuerdo con Dios, parece un desacuerdo y pretendemos por medio de nuestra insistencia y repetición convencer a Dios de que lo haga y de que nos beneficie con su favor.
Es interesante entender como llenamos nuestro corazón de cosas que anhelamos, pero que nunca llevamos delante de Dios primero para ver y saber si son agradables a Él, para entender si están dentro de sus planes y luego queremos convencer a Dios de que nos de aquello de lo cual no lo hicimos participe, inaudito.
Es por eso que oramos, bueno, mas bien pedimos tanto, porque estamos por nuestra cuenta, solos, y a veces pareciera que en contra de Dios pidiendo algo que incluso pareciera bueno para nosotros, cosas como la salud o salir de deudas, pero sin haberlo hecho participe de nuestra situación.
Piénselo de esta manera, imagine usted que gastó de más, esta quebrado y se come a Dios en oración, es decir, pide una y otra vez que le ayude a salir del apuro, pero no ve claro, pero que pasaría si en vez de pedir como merolico, tomara un tiempo, expusiera su caso delante de Dios, no su necesidad, si no su caso, si llevara delante de Él el como llegó a esa situación, si delante de Él admite su error e incluso reconoce el pecado que llevó a endeudarse de esa manera, para que antes de sanar sus finanzas, Dios sane su corazón y de paso sus hábitos, para que posteriormente, lejos de pedir, tenga su corazón lleno de el favor de Dios y tenga la autoridad de declarar el fin de esa etapa en su vida y pueda cerrar ese capitulo.
Es importante entender que citas como la de hoy tienen una gran transcendencia, situaciones que no terminan, muchas veces tienen que ver con oraciones que no llegan a ningún lado, pues no hay poder detrás de nuestra oración, pero una vez que llenamos nuestro corazón de los elementos correctos, tendremos la autoridad para declarar una sola vez oraciones trascendentes, poderosas y llenas del respaldo de Dios para impactar este mundo y dejar claro que no hay nada, aun la muerte que nos pueda detener e impedir que cumplamos con nuestro propósito.