Una de las cosas que mas he disfrutado de mi relación con Dios ha sido el aprender acerca del lenguaje, pues este encierra un montón de cosas que nos afectan o nos benefician, todo depende de qué es lo que hablemos y en qué sentido lo hagamos.
Hace ya algunas décadas Steven Covey nos enseñó que hay 7 hábitos que definen a las personas altamente efectivas, creo que todos quedamos fascinados por su metodología y al día de hoy muchos siguen usando ese libro para definirse en la vida, no importa en qué aspecto, si en el laboral, el empresarial, el inter-relacional o que sé yo, pero pocas personas han observado un pequeño detalle, la palabra hábito no viene incluida en la Biblia, es decir, Dios no nos habla de hábitos.
Obviamente esto no invalida el libro ni la enseñanza de Covey, la cual es excelente, pero si nos lleva a meditar acerca del hecho de sembrar hábitos en nuestras vidas, piénselo de este modo, si Dios no considera el hecho de que tengamos hábitos, por qué habríamos de hacerlo?
Un hábito es una actitud o una actividad repetitiva, es algo que hacemos prácticamente de manera inconsciente y que no razonamos, eso es lo que el diccionario nos enseña, por tanto, es muy improbable que un hábito nos haga efectivos como nos enseña Covey y sé que estará pensando en que me estoy poniendo muy estricto con lo que le digo, pero piénselo bien, nada de lo que nos enseña en su libro es algo que mas tarde haremos de manera no razonada y casi casi casi reactiva.
Es por eso que Dios nos invita mucho a que pongamos atención en el lenguaje de lo que leemos, sobre todo en la palabra, pues hay cosas que a simple vista parecieran buenas, pero en realidad no lo son.
Así como el libro de Covey, hay muchos libros que se han hecho famosos por aparentar poner en nuestras manos el éxito y contener recetas que nos garanticen una mejor vida, no hace mucho tiempo el famoso libro de “Padre rico, Padre pobre” nos llevaba por la misma línea que Covey y fue leído por muchos de nosotros, pero aún no he llegado a conocer a nadie que haya logrado repetir la fórmula del autor, aunque tiene muchos elementos que son sumamente útiles para la vida diaria.
La cita de hoy habla de algo similar a lo que le cuento, Samuel fue un hombre (al momento de la cita solo un joven) que tenía un talento especial para provocar la presencia de Dios (muchos lo reconocerían como un hábito), ciertamente fue creado para eso, su Madre lo comprometió con Dios y desde su tercer año de edad fue entregado en el templo para aprender acerca de Dios y ser formado como Sacerdote y ministrar la presencia.
Cuando usamos el término “ministrar”, podemos entender el provocar que la presencia de Dios se manifestara, y en realidad eso no tiene mucho de especial, Dios mismo le dijo a su pueblo como había de hacerlo, mas Samuel era especialista en esto (lo hacía de manera habitual) y mas porque era una época en la que no se sabía mucho de la palabra de Dios y su presencia era escasa.
Muchas personas se dejan apantallar por esto, obviamente las señales de Dios son muy atractivas, y a todos nos gustan, pero siendo muy honestos, no nos llevan a ningún lado, solo nos hacen sentir bien y no nos proporcionan ningún tipo de crecimiento, ni ninguna edificación, simplemente son una comprobación de que Dios está ahí y listo.
Lo que más me asombra es que a pesar de que Samuel era especialista en provocar la presencia de Dios, éste no le conocía, siendo que solo unas lineas mas delante de este pasaje, Dios habla audiblemente a Samuel y éste no le reconoce, en otras palabras, Samuel estaba mas interesado en las señales de Dios que en Dios mismo y a pesar de que su anhelo era auténtico, éste se conformaba con las señales en vez de entrar en contacto con el Dios vivo, que terrible, no?
Esto le pasa a muchos, se dejan guiar por sus sentimientos y aman las señales, pero no tienen interés en hablar con Dios, solo les interesa justificar ante los demás su “santidad” ó bien su “bondad”.
Si lo vemos detenidamente, el hábito de Samuel de provocar la presencia de Dios no le servía de mucho, ya que lo verdaderamente interesante de su vida comenzó el día que Dios le empezó a hablar, y probablemente nos suceda a nosotros de la misma manera, no lo cree?
El día de hoy le voy a invitar a que reflexione acerca de su fe, no será que le esté pasando lo mismo?, no está mas preocupado por las señales y lo que los demás ven en usted que en escuchar la voz de Dios?, si nunca ha escuchado la voz de Dios creo que este es el momento para empezar a orar al respecto, y no ore pensando que le va a hablar acerca de su situación, o de usted, Dios tiene miles de temas fascinantes con los cuales puede usted pasar años en su presencia y creciendo a la estatura perfecta de Cristo.