La pasada semana compartí con un grupo de jóvenes y les contaba algunas historias de la Biblia y se me ocurrió hacer una encuesta (lo hago todo el tiempo cuando doy pláticas), pregunté a los jóvenes quienes habían ya escuchado acerca del tema que estaba hablando y la mayoría levantó la mano, luego, pregunté quienes habían leído ya esa parte de la Biblia donde se relataba la historia que contaba y el resultado fue muy distinto al primero prácticamente nadie lo había leído.
Esto que le cuento no es algo fuera de lo común, al contrario, es algo que sucede todo el tiempo, no sé exactamente que es lo que pasa con las personas, pero prefieren creer en lo que les dicen y en lo que les cuentan que constatarlo por ellas mismas, leerlo y llevarlo en oración delante de Dios.
Una de las cosas que digo todo el tiempo cuando doy pláticas, ya sea en iglesias o conferencias, es que es responsabilidad de los que me escuchan el constatar aquello que les digo tanto en la Biblia como en intimidad con Dios, ya que puede llegar a suceder que me equivoque al decir algo, o bien que esté yo equivocado en mi apreciación acerca de lo que digo, al fin y al cabo no soy mas que una persona más que tiene el privilegio de hablar del mismo Dios al que todos pretendemos amar ante otros.
Por qué le cuento todo esto?, porque precisamente así es como nuestro enemigo se encarga de confundirnos y usa las mismas palabras que hemos escuchado y les da vuelta, para que terminemos en el lugar equivocado, el mejor ejemplo está en Adán y Eva quienes recibieron una instrucción directa de Dios y se dejaron engañar por Satanás quien tergiversó lo que Dios les había dicho y los hizo caer en pecado, prefirieron creer en lo que les decían que consultarlo con Dios.
Así nos sucede hoy en día, hemos escuchado muchas historias de la Biblia, a muchos nos las contaron en el catecismo o en la escuela dominical o incluso en los cultos y misas, pero nunca hemos ido a la palabra misma a constatarlo y vivimos toda nuestra vida creyendo en algo que es equivocado y le quiero poner un ejemplo importantísimo de ello.
Normalmente las personas esperan una señal de Dios para poder creer en Dios, es decir, están esperando su favor, están esperando su respuesta, están esperando que las situaciones se arreglen para poder echar a andar su fe, para poder creer y para poder descansar en Dios, y muchas personas se basan en historias como la de Abraham.
Hay personas que creen que Abraham pudo entregar a su hijo porque vio la señal de su mujer embarazada a los casi 100 años de edad, pero piense en esto, Dios vino y anunció al hijo, pero no le puso fecha, y aún así se tardaron 10 años en concebir a Isaac y encima de eso concibieron un hijo ajeno a la voluntad de Dios por medio de la sierva Hagar, tremendo, no?
Muchas personas dirían y se escudarían en argumentos como “los tiempos de Dios no son los tiempos de los hombres” frase que es cierta, pero no siempre aplica, y este es uno de esos casos en los que no aplica, a Abraham y a Sara les tomó 10 años creer y cuando fueron capaces de creer fue cuando concibieron al hijo que habían anhelado casi un siglo entero, todo por no creer.
Es por eso que es importante leer la palabra, pues la palabra se describe a sí misma, y lo demuestra de principio a fin, así como Abraham tuvo que esperar 10 años por no creer, así hay muchas personas que simplemente esperan y se engañan a sí mismas siendo que no creen y esperan la señal para poder tener fe.
La cita de hoy es parte de la instrucción que Jesús les dio a sus discípulos una vez que resucitó, y considero en mi personal opinión que es la parte mas importante de toda la instrucción, nota como las cosas son al revés de como solemos pensar?, primero tenemos que creer y una vez que creamos, las señales nos tienen que seguir a nosotros y no nosotros a ellas!!!
Esto lo entendió David el Rey y lo expresó en el Salmo 23, esto lo entendió Pedro el Apóstol quien caminaba y sabía que aún su sombra tenía poder para sanar, ya que el poder de Dios le seguía tal como lo prometió Jesús, y tal como nosotros tenemos que aprender a entender y creer, para que suceda como está escrito y no como hemos querido creer en el pasado.
Dios nos explica que la fe viene por la palabra, es decir, no podemos nomás creer y ya, pues no sabríamos en que creer, tenemos una responsabilidad de creer en lo escrito y comprobarlo de manera que crezcamos y hagamos como nos fue indicado, para que dejemos de pedir cosas que no sabemos si sucederán y empecemos a ver como pasan cosas asombrosas que ni siquiera teníamos contempladas.