Hay cosas que se ponen de moda por temporadas y de esas cosas, hay conceptos que se quedan enganchados en nuestras mentes por largos tiempos y consideramos que son buenos solo por el hecho de que son conocidos y porque todos los usan, aunque en realidad no sean del todo convenientes para nosotros.
Steven Covey nos enseñó ya hace algunos años que hay 7 hábitos que hacen a la gente altamente efectiva, pero considero que usó el término “hábito”, sólo porque el término “costumbre” no es tan popular, ni tan atractivo, pero basta con echar una mirada al diccionario para darnos cuenta que aquellos 7 principios que nos enseñó, son todo menos hábitos, ya que son hechos racionados y no reactivos.
La diferencia entre un hábito y una costumbre es el grado de consciencia que lleva cada uno, un hábito es un acto inconsciente, mientras que una costumbre es un acto consciente que además nos da identidad, por ello, no hace sentido que los hábitos nos puedan hacer altamente efectivos como Covey asegura en su libro, pues la inconsciencia no está relacionada en lo absoluto con la efectividad.
Con esto no quiero decir que lo que Covey escribió está mal, por el contrario, es uno de los mejores libros que he leído y de los que más recomiendo, pero siempre tengo que aclarar que el término hábito está mal empleado.
Es por eso que a veces tenemos problemas con entender o llevar a cabo ciertas cosas, ya que normalmente somos seres de rutina y de hábito, es decir, nos gustan las cosas sencillas, que tienen una receta y que son fáciles de reproducir, aunque no nos lleven a un crecimiento, pero que nos lleven a un estado de comodidad y de resultados asegurados, a pesar de que nos gusten las sorpresas, preferimos lo cómodo y lo conocido.
Considero que en un área donde buscamos mas que en ningún lado el tener hábitos que nos hagan sentir cómodos y salir del paso de manera fácil es en nuestra área espiritual, todos queremos de alguna manera ser bendecidos, todos queremos que las cosas nos sean sencillas y sin esfuerzo y que sea algo que podamos gestionar de manera continua y con resultados garantizados, pero sin darnos cuenta, al pensar y actuar de esta manera, estamos cayendo mas que nunca en nuestro lado almático que en nuestro lado espiritual, pues el lado espiritual requiere de un esfuerzo, de una constante perseverancia en la intimidad y de alejarnos de la rutina y de lo repetitivo, porque a su vez, Dios nos ofrece nuevas formas de bendición, nuevos tipos de intimidad y revelación nueva y fresca constantemente, obvio, siempre y cuando así lo permitamos y así perseveremos en ello.
Es por eso que la Biblia no habla de hábitos, habla de costumbres, ya que todas las costumbres y todas las cosas que Dios demanda de nosotros son con un alto nivel de consciencia y con un alto grado de crecimiento, es decir, entre mas perseveramos, mas obtenemos, no tenemos porqué limitar a Dios, no tenemos porqué conformarnos con lo conocido y con lo que ya sucedió en el pasado, por el contrario, tenemos acceso a un Dios gradual y expansivo que hace cosas con esa misma naturaleza en nosotros cada día.
La cita de hoy es sólo una muestra de cómo es que Dios hace las cosas, de cómo nos invita a perseverar en lo nuevo, pero no en lo desconocido, es decir, cuando Dios hace algo en nuestra vida, aun cuando es algo nuevo, siempre se asegura de hacernos saber que es su mano la que ha intervenido en hacerlo, para que no la desconozcamos y caminemos confiados en que aquello nuevo y emocionante es seguro y de bien para nosotros, tal como sus pensamientos.
Por tanto es importante que reflexionemos acerca de nuestra relación con Dios y de las cosas a las que nos hemos habituado a recibir de Él y cómo hemos hecho un hábito de no recibir respuestas en muchas áreas, ya que pensamos que “por algo” Dios no las ha hecho o no las ha respondido, cuando tiene más que ver con que Dios no es así, que con el hecho de que no pretenda respondernos, le hace sentido?
Si lo observa detenidamente, una de las cosas que mas disfruta Dios a lo largo de su palabra es el hecho de que no dejemos de soñar, de que no nos permitamos caer en la rutina ni el hábito en nuestra relación con Él, en que siempre seamos dinámicos y creativos, aún con lo que pidamos, para que Él pueda ser libre y dinámico con nosotros y nunca dejarnos de sorprender, tal como lo planeó desde la eternidad y hasta la eternidad.