Pareciera imposible que el hecho de elevar una oración a Dios pudiera convertirse en algo subjetivo, mas es una de las cosas más comunes que nos suelen suceder, y le explicare porque:
Normalmente estamos consientes de las limitantes de nuestras capacidades tanto físicas como mentales y desafortunadamente también las espirituales, todos sabemos que si tuviéramos una comunión más cercana con Dios obtendríamos mayormente su favor, mas siempre tenemos un barrera mental que nos lo impide, es algo con lo que batallamos de manera diaria, ¿cierto?, por ello nuestras oraciones se convierten en ruegos incesantes que repetimos una y otra vez todo el tiempo pero sin la certeza de que vayan a ser escuchados o respondidos.
Cuando oramos, más que platicar con el Padre le estamos dando sugerencias de cómo haga aquello que ocupa nuestra oración, pero cuando esperamos un milagro… simplemente volvemos a empezar porque no sabemos cómo pedirlo o imaginarlo, ¿le suena familiar?
Nuestro Dios es un Dios de imposibles, El ama sorprendernos pero pocas veces nos dejamos porque estamos esperando que haga las cosas a nuestro modo, pero cuando observamos SU modo y vemos como se hacen las cosas en el lugar que El habita, cuando regresemos nuestra mirada a nuestro mundo nos daremos cuenta que aquello que esperamos está resuelto.
Dios anhela que usted se ocupe de sus asuntos, y no me refiero con esto a resolverlos, sino a entenderlos, pero espiritualmente, para que pueda usted recibir de la misma manera, espiritualmente.