La Biblia nos enseña que la ley de Dios esta escrita en nuestros corazones y que por ella se rige nuestra conciencia, por ello aun los niños saben perfectamente cuando han obrado bien o mal cuando nadie se los ha enseñado aun, muchas veces nosotros mismos actuamos mal aun cuando nuestra conciencia nos indica lo contrario y tratamos de justificarnos con nosotros mismos, mas sin embargo nuestra conciencia nos hace tener cierto sentimiento de culpabilidad y no solo para con nosotros mismos sino para con quienes nos rodean.

Dios sabe esto, El nos creo, sabe que somos falibles y de que pie «cojeamos» y por ello desde el antes de la creación designo a su hijo Jesucristo a que muriera por nuestro pecado y nuestros errores, para que podamos primeramente ser perdonados, luego llamados a justicia y a caminar erguidos hacia un mejor futuro en El.
 
Cuando reconocemos, no delante de los demás, sino delante de Cristo lo que hemos hecho mal y lo reconocemos como un error o como un pecado nos hacemos acreedores a su sangre la cual lava todo pecado, lo deja blanco como la nieve y lo deja en el olvido, nos hace dignos por gracia mas no por merecimiento.
 
Que maravilloso entender que Dios no vino por los que siempre han sido buenos, sino por los que hemos pecado y hemos querido reconocerle, bien dijo Jesús en su estancia en este mundo «el sano no necesita del medico pero el enfermo si, así mismo los pecadores son los que necesitan de mi» y luego dijo, «donde abundaba el pecado, sobreabundara la gracia», es decir, el día de hoy puede usted alzar su cabeza y dejar de ser acusado por su pecado, mejor busque en Jesús ese perdón y sea justificado por su sacrificio y reciba el mejor de los regalos la salvación por medio del perdón y la misericordia de Dios.
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