Una de las citas de la Biblia que más me emociona es Hechos 1:8, que habla acerca del hecho de que seremos llenos del poder el Espíritu de Dios cuando este esté sobre nosotros, es decir, cuando entendamos que Dios pretende ser nuestro Señor y nuestro Salvador y que le tratemos así en vez de solo como aquel que tiene que cumplir nuestros caprichos y está ahí para sacarnos constantemente de apuros.

Pero lo más interesante es que esperamos que Dios nos beneficie ya sea con su poder ó con favores menores por el hecho de que nos portemos “bien”, como si pudiésemos merecer su favor y estuviéramos en un constante intercambio por cosas que en realidad solo a nosotros nos benefician y que no extienden en lo absoluto al Reino de Dios.

Pero me pone la piel de gallina el hecho de saber que Dios siempre ha sabido esto y lejos de enojarse y frustrarse, nos lo advierte en su palabra y está convencido y confiado que esta misma palabra transformará nuestro entendimiento y que aprenderemos a creer en Él por medio de la revelación de su Espíritu y no solo tendrá un efecto en nosotros, sino en nuestro entorno.

Note cómo ni siquiera el cumplir con las cosas de la ley logramos agradar a Dios, pues la fe no consiste en obras, sino en creer en nuestro corazón que cada promesa es cierta, pero sobre todo que en Cristo tenemos un salvador y si me lo permite, se lo voy a explicar.

Para muchas personas la Biblia ó bien la ley es un libro lleno de reglas aburridas, pues su mente condenatoria vive aterrada de solo pensar que si no puede cumplir con ella, nunca recibirá aquello que espera ó que quiere, por eso prefiere vivir esperanzado en la buena voluntad de Dios y recibir lo que Dios “quiera”.

Sin embargo Dios por medio de su Espíritu nos da un entendimiento primero de el hecho de que no hay nada que podamos hacer para agradar a Dios, por mucho que nos e esforcemos siempre oleremos a muerte a causa de nuestro pecado, pero que por el mismo motivo Dios envió a su Hijo a que nos rescatara de nuestra manera de vivir y de nosotros mismos, para que viviéramos en la constante condición ideal para ser bendecidos y que con ello podamos aspirar a cada una de las más de 2,000 promesas de la Biblia, la única condición es creer que es de esta manera y que no hay nada que se pueda poner entre nosotros y el amor de Dios, y será entonces que las ventanas de los Cielos serán abiertas sobre nosotros y seremos objeto de toda bendición y de toda promesa de Dios.

El problema radica en que en realidad solo creemos en lo que nos conviene y en lo que nos hace sentir cómodos acerca de Dios, tenemos en vez de un salvador un pequeño ídolo que se parece a nosotros, qué pasa por alto nuestra manera de vivir y que tiene una “buena intención” basada en una doble moral de acuerdo a nuestro pensar y sentir y no de acuerdo a la Biblia y es justamente por eso que no recibimos ningún tipo de bendición ni favor de parte de Dios, no porque pequemos, sino porque hemos decidido creer por nuestra cuenta.

El creer en Yeshúa (Jesús) y hacerle nuestro Señor (quien nos gobierna) y nuestro Salvador (quien nos rescata de nuestra propia y equívoca manera de vivir) nos abre las puertas para que el Espíritu de Dios actúe en nosotros, por medio de nosotros y a favor de nosotros como consecuencia de actuar a favor de su Reino, de modo que el único requisito que tenemos es creer en su palabra, no como el libro de la ley, sino como el mejor de los regalos y pidiéndole a Dios que no nos deje de revelar aquello que necesita que sepamos para que nuestra vida lede gloria y esté llena de esa abundancia que nos prometió.

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