La tentación es una de esas cosas a las que todos le temen, pero que pocos enfrentan y cuando lo llegan a hacer lo hacen de manera arrebatada e impulsiva pero pocas veces logran enfrentarla de manera exitosa, siempre de alguna u otra manera terminan envueltos y enredados por ella.

Y no es que la tentación sea difícil de enfrentar, sino que como todas las cosas del Reino de Dios, tiene un orden que seguir y un propósito.

Note esto, normalmente solemos resistir a la tentación, pero Dios no espera eso, Dios espera que la dominemos, es decir que la tomemos en nuestras manos y la pongamos a trabajar para nosotros, eso quiere decir que esta nunca se irá, pero que si dejará de tener ese efecto merodeador en nosotros y dejará de debilitarnos, pero el requisito es que la dominemos de acuerdo a la cita del día de hoy.

La pregunta de cómo dominar al deseo de pecar ó tentación, ese es el asunto interesante, pues no es algo que hagamos a diario, pero debemos de aprender.

La cita de hoy nos dice que es necesario que hagamos lo bueno, pero ojo, no dice que hagamos cosas buenas, nos dice que hagamos lo bueno, y ambas cosas son distintas.

Normalmente nos gusta hacer cosas buenas, pues son fáciles, son sencillas de hacer, son visibles a los ojos de los demás y nos ponen en una condición ventajosa, pero en realidad no tienen trascendencia, son cosas efímeras y sin profundidad, sin embargo la cita de hoy nos habla de lo bueno, es decir de buscar no a Dios para que nos bendiga, sino el rostro de Dios para conocerle, nos habla de conocer la palabra, no para ser parte de una religión, sino para conocer el carácter de Dios y obedecerle, no porque sea lo correcto, sino porque refleja nuestro auténtico amor por el Dios que conocemos.

Lo bueno tiene que ver con acatar cada una de las instrucciones de Dios y rendirle cuentas a Él y no a las personas que nos ven y que nos rodean, existe una marcada diferencia entre ser aceptos ante las personas y por ende populares y ser aceptos delante de Dios, no por nuestro comportamiento, sino por nuestro hambre de Él y el cumplimiento de su palabra, ahí es donde radica toda la diferencia, lo ha pensado?

Piense esto, las buenas acciones no nos hacen aceptos delante de Dios, solo la sangre de Yeshúa (Jesús) puede tener ese efecto en nosotros, por lo que entendemos que lo bueno es permitir que Él tenga su efecto en nosotros, antes de pensar que podemos hacer algo bueno por nosotros mismos.

Cuando nuestra atención esté enfocada en el efecto de Cristo, nuestra mente y nuestro tiempo estarán tan ocupados que la tentación perderá todo tipo de efecto e influencia en nosotros, de modo que no solo pase a segundo plano, sino que será tan fácil de identificar que podremos tomarla en nuestras manos y ponerla a nuestro servicio.

En otras palabras, la tentación tiene cabida en nosotros a causa del ocio y del poco conocimiento que tenemos de quien es Dios, si remediamos eso, la tentación será un mero accesorio de nuestra vida de fe, un trofeo de las batallas vencidas en las que no peleamos sino dejamos que Dios peleara por nosotros.

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